Carta abierta de Mirta Agostino a Juana Inés querida

Carta abierta de Mirta Agostino a Juana Inés querida

Aquí, es el sur del mundo de un incierto siglo veintiuno en un día soleado de verano. Como música de fondo un lavarropas hace el trabajo que vos y tus hermanas hacían en la tina, en las piletas del patio del convento.

Fuera de este y otros adelantos el oscurantismo de antaño no ha cambiado en su esencia. ¡Te recordé tanto en estos días! Si supieras… tus redondillas me persiguen desde la secundaria cuando todavía no entendía bien por qué te habías hecho monja.

Te cuento Juana, una amiga feminista está dando talleres literarios sobre  tu persona y obra, volvía a ver la película de María Luisa Bemberg sobre tu vida laboriosa y, como si fuera poco también estamos atravesando una peste parecida a los tiempos crueles en que te fueron borrando la inquisición y el tifus creyendo que no dejarías rastros! En fin, toda época parece premiar con el poder a laignorancia, las mujeres hemos seguido avanzando entre los huecos húmedos que nos marca la vida y hoy marchamos por las calles con pañuelos violetas y verdes. Las más jóvenes tienen una feroz conciencia de su cuerpo y lo defienden a capa y espada de una matanza cotidiana que no creo, mirá lo que digo, no creo que puedas entender.

Pero “finjamos que soy feliz” y apostemos a los logros de las guerreras que desde vos vienen con profecías, persuasión, piedad y perseverancia como las prendas y virtudes que destacas en tu carta a Sor Filotea de la Cruz; que todas nosotras sabemos que si Aristóteles hubiera guisado mucho más hubiera escrito y que, como en la iglesia primitiva unas mujeres enseñarían a otras las doctrinas si no hubieran sido acalladas por los apóstoles.

 Claro que poco se dijo hermana, acerca de las porfiadas flores que crecen en el silencio.  Tu caso y el de otras perfuman desde el poema y suelen resucitar después de cualquier invierno.  Tu silente obediencia y fidelidad a la doctrina de la iglesia te recluyó hacia el final dentro de ti misma a modo, tal vez, de una salvación imposible.

Las hojas vírgenes de tinta que en tu escritorio quedaron,fueron un libro a escribir por generaciones de mujeres que pancarta en mano corean: hombres necios que acusáis, hombres necios que matais, ¡se va a caer! O: Por qué, contra vos mismo,

 severamente inhumano,

 entre lo amargo y lo dulce,

 quereís elegir lo amargo?

Te estamos recordando en la música del México barroco tan españolizada, en la forma libre de los nativos que tus niños pies bailaban, te estamos recordando con formas cuadradillas y miradas que van más. Un abrazo sororo, Mirta.

Desde Neuquén, Argentina.

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