Siempre me gustaron las navidades, desde niña.
Los familiares que llenaban la casa, éramos como diez chicos jugando, mirando el cielo para ver si venía Papá Noel en el trineo, pero no, la espera era en vano.
Después nos llamaban adentro de la casa y debajo del árbol estaban los regalos.
Al crecer la magia de los regalos que vienen volando en el trineo desaparece, por primera vez nos encontramos de golpe y sin anestesia con la verdad:”Papá Noel no exsite”. La primera de muchas frustraciones.
Pero aun así, amo la navidad. Amo armar el árbol. Diseñar la cena los regalos. El encuentro. Porque uno se encuentra diferente, todo está teñido del matiz de esa magia de niños, que increíblemente perdura en el tiempo.
Las personas parecen más buenas, algunas disputas las dejamos pasar.
Se respira paz. Ojalá fuesen todos los días así, pero solo dura lo que dura una noche. Es un sueño y a despertar que comienza el día con otra realidad.
Ya pasó.
Desde Ciudad de Buenos Aires, Argentina