El hospital de los wichis, una crónica de Juan Botana sobre Bonifacio Sánchez en Tartagal

El hospital de los wichis, una crónica de Juan Botana sobre Bonifacio Sánchez en Tartagal

No es solo mi interés por mostrar otras realidades conocidas en tantos viajes por el país y Latinoamérica, lo que me llevó a Tartagal. Aquella ciudad cabecera que opera de oráculo para la comunidad wichi del chaco salteño. Aquel chaco salteño que está fuera del circuito turístico de Salta, la linda. Que se levanta temprano para caminar cuatro horas hasta el hospital, Juan Domingo Perón, en Tartagal, y lo mandan de vuelta. Descalzo y desnutrido. Justo el día que el hospital fue denunciado por supuestas muertes por dengue en la zona norte de la Provincia y después fue desmentido.

Como tantos wichis, en la soledad de la sierra contra el cielo pardo, el adobe y la piedra; y ladran al viento su historia de apellidos cambiados al español por la fuerza. Contra la garúa de un día negado, hace más de 500 años, un 12 de octubre, los wichis permanecían allí antes de que existiera el estado argentino. Y si se integran pierden la identidad y si no se integran, los niegan.

Él es Bonifacio Sánchez, se merece un poco más y está enfermo, hay una salita en su comunidad pero no tiene remedios ni enfermeros. En el hospital lo discriminan por ser wichi, pero él igual va. Y resiste callado en la sequedad del monte, cuando lo encontré sentado en una foto pancarta, porque ya se había ido. Así fue como conocí a María Eloísa Argüello, después Mara Cocco por esas cosas del facebook.

“Lo recordaba caminando”, me dijo. “Por el sendero hacia el monte. Un cielo celeste y limpio. El sol calentaba su piel. Y en su boca está la coca que hace olvidar que no come desde ayer. El cansancio no lo siente. Los coyuyos lo acompañan con su canto. La aridez lastima sus pies descalzos. Hacen ver de qué sigue sin llover”. Y ahora esta garúa, producto de la mano del hombre y del cambio climático.

Me contó también que le contó a ella “cuando no paraba de correr hacia el río Pilcomayo, como le enseñaron sus ancestros. Donde junto a otros changos, pescaran con la red hecha de resistente chaguar. Bendecidos se sienten con la naturaleza siempre,  utilizando sólo lo que necesitan para ese día. Respetando a la Pachamama, a su entorno y al ambiente. Y luego a hacer fuego con palo santo sagrado, para darles alimento a sus hijos. Después dormirán y los perros alrededor calentando sus huesos”.

“Hoy su presente es muy distinto”, siguió. “Los años lo vieron de frente. Y sus ojos están cansados de ver la falta de empatía y la desidia constante para un pueblo olvidado”. -Recién se acaba de ir, si no te lo presentaba- me dijo. “Yo no me ofrecí a llevarlo, porque no tengo auto, pero le di la poca plata que tenía, para que al menos comiera. Y le prometí quedarme parada acá, con su foto pancarta en este hospital, que le dieron la espalda y se terminó yendo. Y me prometí a mí misma llevar su causa de olvido a todos los lugares donde yo pudiera”.

Después me enteré en las noticias, que una señora apellidada Argüello, estaba con un cartel pidiendo que atendieran a los wichis en el hospital y a tantos otros que sufrían de dengue. Bajo ese postulado marxista, que todas las causas injustas son la misma. Y meses más tarde  la ví por el facebook en una manifestación wichi en la Av. 9 de Julio haciendo lo mismo. Y hasta armó una colecta para juntar fondos para que le llegaran de alguna manera, a través del grupo solidario “Ochilaj=Hermanos” al Paraje “El traslado” en el chaco salteño  Y el relato que me contó aquel día lo transformó en poema. Que se llama “Bonifacio Sánchez” y estará en su libro “Mujer Sabia”.

Yo no me animé a tanto.

Bonifacio hasta que pudo trabajaba de golondrina en varias provincias. Fue hachero, carbonero, etc; lo que sea. Andaba en bicicleta hasta que pudo, después se le rompió y con los años se fue quedando. Tuvo un accidente por eso casi no camina. Tuvo hijos, ahora grandes, que se fueron. La esposa murió hace cuatro años. Está solo. No tiene cuidados médicos por falta de asistencia en el lugar y falta de comida. Así vive. Como tantos wichis en el Paraje El Traslado a 130 km de Tartagal, Salta. Aún habla de que si tuviera una bicicleta… pero no creo que pueda andar.

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