Candidaturas políticas 4. Por Juan Botana

Candidaturas políticas 4. Por Juan Botana

Nos volvimos una sociedad adolescente y como buen adolescente queremos o seguimos a un desobediente que después se arrepiente, una vez que el deseo o el impulso pase o alguna autoridad lo reprima. Y quizás esta frase defina el vínculo que la sociedad hoy tiene con Javier Milei. Un personaje de peinado raro, que se pasea por los medios hablando de economía contra el keynesianismo o lo que él llama los zurdos con más de un improperio. Atractivo para una sociedad divida en dos que pedía a gritos que aparezca otro y ese otro parece ser él. Y digo parece porque vieron como es la televisión. Mientras das rating te da pantalla y cuando la audiencia o tu popularidad empiezan a bajar te descarta o desecha. Y más si te querés dedicar a la política y no tenés pauta o reembolso para dar. Pero el 14 de junio se inscriben las listas y cuando cobre la plata del Estado –porque todos son muy liberales pero quieren vivir o hacer negocios con el Estado- para financiar su campaña podrá comprar algunas voluntades, pero pocas. Y se quedará solo en las redes sociales con miles de “me gusta” que no lo escucharon ni leyeron. Pero a lo mejor lo votan. Porque que alguien me diga o explique si entendió que es el anarco-capitalismo. O tiene idea cuánto va a cobrar si la economía se dolariza. Y que no espere la bendición del círculo rojo o de los mercados porque no la va a tener. Ni tampoco de los periodistas comprables, porque para entonces Juntos por el Cambio y el Frente de Todos o como se llamen van a tener más guita que él. Y la autoridad del aparato político le caerá encima. Pero a lo mejor termina siendo el árbitro de la próxima elección o le venda su plan económico o el de la Fundación Convergencia al que gane y a su modo gobierne. Y un carpetazo va a ser difícil que le tiren, porque no tiene mucho pasado en la política, novias no parece tener, algunos perros sí, y por supuesto, no tiene hijos. De lo contrario, no podría hablar de libertad con tanta vehemencia. Pero más que nos pese su libertad avanza con la de una sociedad que no quiere obedecer y que no está dispuesta a cumplir reglas. No quiere obedecer a la policía, a los maestros, al tránsito, a los jefes, a los gobiernos, a los padres, al poder judicial, pagar sus deudas, ni se quiso quedar en casa para cuidar a otros en la pandemia. Y era lógico que el grito de libertad después de sentirse encerrados prendiera. Una vez un argentino que vive en Estados Unidos me preguntó porque yo pensaba que Alberto iba a fracasar. Por las libertades individuales, le dije. Porque a los argentinos no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer y mucho menos con tono de maestro o maestra. ¿O cuándo piensan que el gobierno de Cristina empezó a caer? Cuando salió a hablar después de la 125 tal maestra ciruela y después abusó de cadenas nacionales. Lo mismo que hizo Alberto con la pandemia. Cuando dejo de poner la cara y enviaba comunicados grabados y no nos dejó despedir a nuestros muertos en hospitales y cementerios mientras festejaba el cumpleaños de su esposa con una fiesta. Pero mientras estábamos asustados, resultó, y después no hubo manera. Porque aunque muchas veces gobierne el peronismo, el sistema político argentino sigue siendo liberal a su manera. Democracia, elecciones abiertas, más candidatos que partidos o alianzas, más propiedad privada que estatal, libertad de expresión, de precios, libre comercio, racismo moderado y gobiernos con buenas o malas intenciones que terminan siendo siempre de centro o centro derecha. Y los que no, cambian dos o tres cosas y terminan cediendo, porque salvo las leyes de casamiento igualitario y el aborto, no encuentro otra medida de los últimos años de tinte progresista. Y ante tan poco logro peronista con este escenario, Milei con la libertad avanza, Bullrich con la seguridad ordena, De Pedro con la inclusión conmueva, Larreta con la gestión convenza y Scioli con el crecimiento ilusione. Y millones de argentinos por el momento quedan afuera. Y veremos que chances reales tienen de ganar una elección que puede estar para cualquiera. Y a lo mejor, únicamente un psicotécnico puede parar a un loco como Javier Milei. De lo contario, el aumento de la inseguridad podrá beneficiar a Patricia Bullrich; la caja de Alberto Férnandez –si es que la consigue- a Daniel Scioli; los contactos de Cristina Fernández a Wado De Pedro y la ancha avenida del medio y los negocios inmobiliarios a Horacio Rodríguez Larreta. ¿Y la gente a quién prefiere: Milei, Bullrich, De Pedro o Larreta? No, la gente está pensando en otra cosa.

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