Solsticio y contigo

Solsticio y contigo

Decir te quiero me sabe a poco porque no sé en realidad si de verdad te quiero, te idolatro, te creo, te invento o lo sueño. Conozco la mitad de los secretos de la luna, pero no tengo la menor idea de lo que piensas cuando no me estás hablando. Cuando caminas por tus pueblos, tus calles, las aldeas, el café y el chocolate, chocolate dulce que paladeas y que no entiendo cómo es que gusta tanto. Yo prefiero el café doble que tú no entiendes y que yo tampoco cuando estoy contigo y entonces me miras con signo de interrogación y cómo no entiendes lo que explico, me enredo toda y nos matamos de risa. No conozco la relatividad del cariño porque hay tantas maneras y todas apuntan a lo mismo, entonces puedo llamarte agua y si sonríes, eres agua. Es tan simple como la palabra poesía y yo encuentro esa palabra cuando vamos en silencio hasta la Ermita, sin decirnos nada y comunicándonos todo. Voy leyéndote las manos, el movimiento fuerte de tus dedos, cómo te apoyas en los puentes, cómo me indicas hacia arriba y me dices que eso es tuyo y te creo. Vuelvo a apropiarme de tus silencios porque sé que vas dilucidando el misterio de la tarde cuando aparece Júpiter y nadie te cree, dices y yo sé que a quién lo cuentes, te cree, como yo. Y vuelas a tu historia y es como si tus abuelos estuvieran llevándote de la mano a los recuerdos y yo me quedo atrás, perdiéndome contigo, regresando a tu infancia e imaginar cómo escuchabas el canto de tu río que hoy es tu tesoro que conservas con vida como si nadie de tus amados se hubiera ido. ¡Qué de frágil es el olvido! y pasar de un plus a ser lo que ya has vivido, sin que duela y entonces, siento escalofríos. Es que yo no me imagino que tú mueras, que no estés más vivo, que no voltees cuando te nombre, que no te encuentre cuando te busque, que no respondas mi llamado, que no me escribas. Tal vez, tenga la suerte de no verte ir y no tener que hablar de ti desde allá, desde la casa de los abuelos “que una vez el amor estuvo aquí”. Nos separa un océano que no es nada cuando te pienso y aunque contra mi voluntad, deba hacer caso a las jodas del policía, ya sé que debo bajar guardia y hacer como que no escucho para que no me estalle la pila. Que te quiero es poco, el silencio mensajea para que todas las montañas se enteren cuando invado tus espacios y vuelves a la historia y me veo allí, vestida a la usanza de aldeana como en los cuentos que leía en la mañana de los tiempos. Yo no voy a prometerte nada porque es posible que nada sea, que no somos. Que vamos por un camino y ni sabemos adónde nos lleve ¿Para qué preocuparme si siempre será una senda que ni sé si la elegimos o se nos pegó la idea en tu paraguas negro cuando no llovía? Este mal uso del cariño es la más grande prueba de cuánto puedo sentir y ni siquiera lo siento lejos, menos, cerca. Orbita entre el sueño y la leyenda y más aún, mi corazón late porque te siento en mi latido y creo que contigo he traspasado la fábula porque eres parte de mi historia y que falta la otra, la que aún no vivo. Es mi declaración contigo en el solsticio que ya empieza.

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