Réquiem por los caracoles. Por María Margarita Pérez Vallejos

Réquiem por los caracoles. Por María Margarita Pérez Vallejos

Estaba regando porque estoy casi en el solsticio de verano. El Planeta está más inclinado hacia el eje del Astro, entonces, viene lo que llamamos el estío, la tierra se seca y hace calor. Pasan cosas.

Las plantaciones caseras como la mía, son una fiesta chiquita para mí porque me hace feliz esto de ver nacer las cosas, de ver que una nueva energía se suma a la Pachamama. Están en macetas porque lo demás tiene prado. Lo mío es de risa, pero, es la ternura también y hay que regar para ver el fruto crecido, aunque sea para una comida. Lo hice yo y me emociono.

He visto los caracoles muertos. Pusieron veneno porque me estaban comiendo las hojas de los tomates y pensaba yo, que con qué derecho les quito la vida, si también tienen un lugar en este espacio. Me comen las hojas de los tomates, entonces yo no debería plantar tomates. Tampoco quitar la vida a los caracoles. Están como incinerados, sus cajitas vuelan con este viento raro de la tarde. Me siento culpable.

Somos energía que nos llamamos seres humanos y usamos ropa, pero la energía está en todo, hasta en las cosas inertes, las piedras, ¡enormes energías! Es cosa de ponerles atención, tocarlas, frías, calientes, empolvadas, mojadas, bendita piedra, eslabón de los principios cuando nada era nada. Hasta una mesa tiene energía y si no es así ¿por qué amamos nuestras cosas y nos cuesta despegarnos de ellas? Simple, su energía nos hace quererlas y que no nos demos cuenta, es nada más porque somos ignorantes.

Yo respeto todas las creencias porque la gente tiene derecho a poner su fe en lo que le haga bien. Yo también tengo la mía bien fuerte, bien cuestionada, repartida, pero bien mía.

Tengo algunas experiencias bastante personales y si las digo aquí, seguro me llegan los comentarios ácidos de personas que no saben llegar a un consenso para conservar la paz y aprender a tener discrepancias, lo que no significa faltar el respeto, sino exponer con argumentos para llegar a un consenso que a todos deje bien, no digo contentos porque no estoy buscando rima. Las discrepancias bien expresadas enriquecen y debe haberlas, de lo contrario, qué aburrido es quedarse estancado en un remanso sin vida. La vida es fluir como el río.

Ahora bien, volviendo a este tema de la vida, hablo de las diferentes especies, millones que hay en este mundo y más millones de ellas son animales que los inhumanos torturan sin piedad y aquí me pongo un poco mala porque yo no les deseo bien a quienes dañan a los animales.

Y a petición mía,  los caracoles se murieron y los que quedan vivos andan por ahí escondidos, apegándose a los ladrillos para huir, cuando escuchaban chocar el agua de la manguera, fluyendo, ¡suaaa!, seguramente, fue como una sirena triste de guerra, de muerte y mucho más porque han perdido parte de su especie que para ellos eran importantes y como el veneno ese, tiene larga vida, morirán esta noche, mañana o el resto de la semana, pero ellos no lo saben.

Con qué derecho llamo yo, gente mala a los que matan elefantes, faenan perros, si la vida es vida, no importa si es de un oso, un puerco, una paloma, un león, una hormiga y vaya pues de lo que me acuerdo, pero tampoco lo voy a decir, quién soy yo para ir diciendo cosas si ni siquiera alcanzo para ser el camino por dónde pasa el ejército de hormigas de “A un Olmo Seco” de Antonio Machado y todos sabemos que los caminos son importantes.

No sé si tenga tomates. Tampoco es lógico que no lo desee. Es que todas las cosas se hicieron perfectas y por qué será que todo se logra mejor con las imperfecciones. Con la falta de respeto a la vida de los más pequeños e indefensos y así seguirá siendo.

¡Qué de males hemos hecho, querida natura!

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