Quiero tomarme una semana de vacaciones de mis sentimientos. A mí nunca me anda el piloto automático. Percibir cada mirada, palpar cada gesto, darme cuenta todo el tiempo. Enfrentar a mi almohada, desafiar otra conversación, pero jamás logro ponerle un límite a mi emoción. Sentir, llorar, extrañar, crear, celebrar, todo cabe dentro de amar. Y encontrarme con lugares comunes que me recomiendan lo que yo, sinceramente, no quiero ni puedo. Soy mil errores y algún acierto tratando de reflejarlo a mi manera. Y esquivo embates del deber ser que me atormenta, me persigue y me tienta. Pero ahí volver no deseo. Ya dejé años y energía en páginas escritas con lo que mi letra escondía. No sé si existe el borrón y cuenta nueva. Tal vez ser algo lúcido en cuestiones del corazón, te exprime lágrimas y te hace sufrir excesivamente de más. Lo elijo, pese al costo. Indudablemente no tiene precio, mirar a los ojos y dejar que te miren, y te los vean rojos.
