Si no puedo tocar el cielo con un dedo, al menos espero de ser tacón de mi camino, de usar el viento como destino para empujarme cuando titubeo, de poder levantar el polen que no veo, agitar el ruido de la resaca del mar cuando me viro de repente. Espero que el pasado non se lleve las cosas del presente, de poder llorar por lo ausente sin cerrarle la puerta a lo que viene. Quisiera que este tiempo que no me contiene, con la opacidad del saludo, me dijera más a menudo vive con la lluvia dentro tu desorden, en el símbolo perpendicular de un instante, con una sonrisa danzante deja de pensar por un cuarto de vida y despierta en tu boca dormida las palabras que te acercan a este mundo que te está hablando.