Ansío un cielo claro. Un pastizal sin cardal. Un río suave sin oleaje. Es menester ser parte de un paisaje sin vendavales.
Aunar la alegría con la paz de la noche, apreciando el resplandor de las tres Marías. El rumbo que darán la Cruz del Sur, Alfa y Beta Centauro, a mis pies relajados y empapados en el barro.
Me aqueja esta ciudad y su vida extrema. Me atosiga su sopor en el aire, que me ahoga en un dolor detestable. La asfixia y la ansiedad, son las hermanas gemelas de la ciudad, en donde el amor se esconde entre el cemento, y lo fétido. A donde tantos y tantos “Yo”, se mimetizan en la calle de la soberbia y del ego sin control. Y en donde hay otros tantos “Ellos”, y sus infames atropellos. El desamor es la cara de tantos como vos. Tantas almas apiladas sin señales ni atisbos de uniones, ni intereses sociales, ni comunales. Todos perdidos en el ostracismo de las redes de uno mismo. La fe escondida en la borra del café de aquella esquina. La vida hundida en la basura de la desidia acumulada. Y ya no hay alfombra que la tape en forma disimulada, para aparentar que acá, que acá no pasa nada… y siga, sigaaa!
Y mientras tanto sigo vivo, y me protejo de algún modo, en efímeros sueños, y en la voz de la poesía.