La luna en todo su esplendor, un jardín rodeado de árboles frondosos y, agazapados, una pareja que no dejaba de besarse y sentirse.
Ella, restañaba lujuriosa las heridas producidas por las ramas, él se dejaba hacer. Sus pocos años lo mantenían obnubilado por esta mujer mayor cargada de experiencias.
Al final, esconder sus ansias de sangre fresca no era fácil después de 400 años. Al amanecer, todo volvería a la normalidad, sus garras y colmillos aparecerían de nuevo.