No quieren que veas.
No quieren ser vistos.
No quieren tu mirada.
Pero aunque te arranquen
de cuajo las cuencas,
ya no podrán evitar
que ante los ojos
se revele -y que se vea-
la verdad incontrastada.
«Tenemos que resignar
un ‘poquito’ de nuestra vida
privilegiada»,
declamó una hiena
(con el perdón de las hienas)
camuflada bajo una falsa
y rancia piel de dama.
Pero no será gratis:
la “resignación” tiene precio,
está cotizada.
La moneda de cambio
es un ojo de la cara.
«¿O qué se creen
estos alienígenas,
indígenas,
de deidades plumíferas?
¿Que no será
mortífera nuestra cruel
y artera mirada;
perpleja, estupefacta,
perturbada,
cínicamente indignada,
ante la inadmisible,
¡inadmisible!,
rebeldía
del invisible,
del joven,
del pobre,
del indio, del mestizo,
del siervo, del esclavo, del sumiso,
del ausente, del omiso?
¿O que su osadía
de hacerse visible,
de levantar su mirada
desafiante, centelleante,
a toda vista insospechada
no será baleada?»
¿Insospechada?
¿Tan ciegos resultaron ser
los que una visión definitiva,
promisoria,
celebraban,
promovían
en la pantalla global
de las mentiras
por ellos montada,
con el afán de distraer
la mirada
de los tontos, de los necios,
de los obnubilados, de los flojos?
¿Tan ciegos fueron que creyeron
que nada escaparía -a la vista-
de su mascarada?
¿Taparon sus ojos para imaginar
que nadie los ve? ¿Que no los miramos
y que no los vemos?
¿Qué no llevamos grabado en nuestras retinas
el dolor, el horror, las miserias del mundo
que ellos propician y ocultan detrás
de una falsa visión?
¿Que de las pupilas nunca brotaría hartazgo
como lava de justicia, como rayo de revolución?
¿A qué están apelando?¿A la ley del Talión?
Todo está visible; hasta lo invisible.
No hay punto donde mirar que no se vea.
No hay ghetto ni real ni virtual donde ocultar
la verdad que cura la más obstinada ceguera.
La mirada alzada ahora está clavada
en los ojos necios, en los ojos yermos
de los que solo brotan cegadoras balas.
El rostro, la mano, teñidos de rojo.
El ojo,
vacío, dañado, luctuoso.
No quieren que veas.
No quieren ser vistos.
¡Resiste!¡Resisto!
Y no te resignes.
Yo no me resigno.
Tu ojo perdido
al mundo le abrieron
sus ojos dormidos.
¡Te abrazo!
Te ofrezco mi brazo de hermano,
de amigo.
Ya no lograrán evitar la mirada.
Tu digna y valiente mirada.
Tu mirada alzada.