Tipos de gentileza o crímenes de obediencia. Por Patricia Gorocito

Tipos de gentileza o crímenes de obediencia. Por Patricia Gorocito

Las películas de Yorgos Lanthimos siempre abordan temas de nuestra época que son difíciles de enfrentar. El director griego tiene una habilidad extraordinaria para mostrarnos lo insoportable a través del sarcasmo y el humor negro, explorando lo más oscuro de la condición humana.

Uno de los libros que me vino a la mente al ver su trabajo es Crímenes de obediencia: Los límites de la autoridad y la responsabilidad (1990), escrito por los psicólogos sociales Herbert Kelman y V. Lee Hamilton. En él, los autores analizan la masacre de civiles en Vietnam por parte de las tropas estadounidenses, bajo órdenes criminales. El libro explora cómo los perpetradores de crímenes de lesa humanidad nunca sintieron culpa por sus acciones, debido a la obediencia ciega.

Este concepto de obediencia, tan venerado en contextos militares, no es ajeno a nosotros en Argentina.

Durante nuestras clases de psicología, cuando abordamos temas como el experimento de Milgram (1961 y sus réplicas), nos enfrentamos a la incómoda verdad: no solo los criminales, sino también la gente común, tienden a obedecer ciegamente. Las investigaciones muestran que un 65% de las personas son propensas a seguir órdenes, incluso cuando estas conllevan actos inmorales. Estos son estudios rigurosos de psicología social, no meras opiniones.

Lanthimos explora este lado oscuro de la humanidad a través de un surrealismo onírico que parece representar el inconsciente colectivo. Su película, dividida en tres episodios, utiliza a los mismos actores para contar historias diferentes, cada una centrada en personajes que obedecen ciegamente, sacando lo peor de sí mismos.

En el primer episodio, un empleado es capaz de traicionar sus valores para complacer a su jefe. En el segundo, una mujer se mutila por amor a su marido, llevando su sumisión al extremo. El tercer episodio se trata de la obediencia ciega de una secta que obliga a todos sus seguidores a tener relaciones sexuales sólo con ellos.

Cada historia es más delirante que la anterior, pero todas tocan un mismo punto: la obediencia ciega puede llevarnos a perder nuestra humanidad. Lanthimos nos recuerda que, en este mundo, es fácil venderle el alma al diablo sin siquiera darnos cuenta; todo bajo el manto de la obediencia, donde la culpa siempre parece recaer en los demás.

Lic. Patricia Gorocito

Docente

Cátedra Psicología Ética y DDHH I

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