Sucesos sociopoéticos
18/10/19
Llamado a evadir, el pueblo chileno se alza. Como todo proceso inflacionario capitalista, los precios suben. Los estudiantes se manifiestan. Viernes 18, me encuentro tranquila en un bar a una cuadra de Plaza de Armas, muestran en la tele una manifestación de noche, mientras el sol todavía no se ha puesto. Esta sucede en la Estación Bellas Artes, donde nos íbamos a juntar con mis compañeres pero la policía no nos dejó salir del metro, el sonido de los manifestantes me pareció inexistente. Bellas Artes de Plaza de Armas quedan a solo una estación de distancia, aun así no se escucha ni bombos ni cánticos, a diferencia de lo que podría llegar a esperarse en Buenos Aires. Me hace falta mucho ruido para creer lo que me cuentan los noticieros.
Me quedo en el bar, los murmullos de pánico aparecen por todos lados. Una de las chicas con las que me encuentro comenta que viene sufriendo ataques de pánico. No sabe por qué.
De repente, el olor y dolor del gas lacrimógeno llegó a donde estábamos. Todos venían escapando del gas, muchos se adentraron en los bares. Me exalté: “¿cómo si no había nada de la cantidad de gente, el quilombo, haya aparecido semejante respuesta?” Yo no había hecho nada y estaba sufriendo consecuencias más grandes de las que tuve cuando sí había estado en frente de protestas, marchas como la de Santiago Maldonado o la de la legalización del aborto (ambas en Buenos Aires, hito de marchas “violentas”).
Quise poder hacer, poder enterarme de más, en fin, saber: A pesar del pánico y las advertencias de con quienes me encontraba, me acerqué a la Plaza. No encontré señales de ninguna manifestación del calibre que estaba esperando. Empecé a preguntarle a la gente, todos estaban recién llegados, viendo cómo iban a volverse a sus casas sin comprender tampoco nada de lo que había sucedido y por qué se habían tirado los gases lacrimógenos que hasta a niños les había afectado. Hablé con un joven que vio solamente a, según su estimativo, unos 50 policías entrando a la estación.
Después de darme una vuelta hablé con dos estudiantes escolares. Se notaban con miedo, tampoco comprendían mucho de lo que había sucedido. Según elles, eran un grupo de 10 que habían intentado en esa estación evadir los torniquetes, solo 5 o 6 lograron pasar, no saben qué le pasó a los demás. Además, une con los ojos llorosos (supongo que por el gas y el miedo) me contó que había hasta niños en la estación y no les importó nada a la hora de tirar el gas.
La escena igual está tranquila, había mucha duda y terror en las caras pero no se veía nada de violencia. Se me acaba el cigarrillo y tampoco quería preocupar a quienes había dejado en el bar. Allí estaban mis compañeres hablando+, la evasión está desde principio de semana. Desde el 17 que habían cerrado ciertas estaciones sin decir mucho porqué. El 18 ya había dos líneas paradas y muchas estaciones sin funcionar: el altoparlante contaba que era por la falta de seguridad debida.
Yendo hacía la Plaza esa tarde nos cruzamos con un amigo que lo habían dejado salir antes de trabajar. Nos contó que a la mañana la violencia ya se estaba ejerciendo contra quienes evadían. La escena de alguien siendo arrastrado por el piso me quedó retumbando.
Seguía siendo nuestro viernes, un amigo tocaba en “La serena”, un bar a media cuadra de Plaza Brasil (con respecto a Plaza de Armas, pensemos distancia de Congreso a la Casa Rosada). Llegamos a las 20, según con quienes me crucé, la violencia se seguía agravando. Ingenuamente, quise irme con el Metro y emprendimos la vuelta a las 23. Los metros me dijeron estaban cerrados, era sólo una cuestión de caminar un par de cuadras a la siguiente avenida a tres cuadras donde tenía micros a casa en Puente Alto. Caminamos dos manzanas y nos encontramos con una fogata intensa, no recuerdo tanto fuego en ninguna marcha, pero sí en la tele durante los piquetes. Llegamos a la Avenida, unos individuos están prendiendo un colchón, los semáforos no funcionan, no hay micros. La opción que nos queda es volver y esperar que alguien abra su corazón a dos individuos.
Igual que siempre, quiero entender y saber. Me acerco a quienes empañuelados están sentados frente al fuego. Une me cuenta que cuando empezaron eran solo unos estudiantes, que no saben lo que están haciendo pero que sí sabe que cuando pidieron hacer una marcha se las negaron. La única opción que les queda es lo ilegal. Comenzó el lunes con evasiones. La iniciativa se volvió masiva. Elle evade desde siempre, solo que ahora se lo hicieron notar. Las evasiones se tomaron con mucha violencia. Los grafitis comenzaron a aparecer, y al volverse más masiva la cuestión comenzaron a golpes a sacarlos de los subtes. Me explica que desde el miércoles que ha habido violencia no documentada y acallada. Solo puedo pensar en la frase que le dije a un buen amigo cuando hablábamos de lo sucedido en Ecuador, el problema es cuando la democracia deja de serlo, porque el ‘demos’ (‘pueblo’) es tan grande y la ‘cracia’ (‘poder’) tan débil.
La violencia está siendo ejercida todos los días, las empresas ganan y ganan; los individuos pierden y pierden. Ya no solo con una cuestión de dinero, la economía es solo la corrupción de algo mucho más importante: la política. Las ‘polis’ (ciudad) se han vueltos lugares donde vive más gente que en los pueblos. Mantener la entrada y salida de lo que todes necesitamos genera entrada y salida de individuos privilegiados que pueden tomar las decisiones sobre cómo se da y se compra una ciudad. “La evasión más grande es la de Piñera” [meme], “que Piñera pague por los daños, si él es el millonario” (entrevista en la calle). Las cosas siguen sucediendo y acá terminamos pagando todes.
El Metro, a diferencia del Subte, tiene diferentes horarios con diferentes precios. Esto es porque unos economistas consideraron que, ya que en el horario punta había mucha gente, se cobrará más para que los que podían elegir otro horario, no lo hiciesen. Ese dinero, sacado de los trabajadores, no de los privilegiados, es lo destinado a que se compre y se ahorre como empresa para futuros problemas. El único pasaje que subía por lo que se estaba manifestando era el de la hora punta. De ahí, que un ministro, ante las evasiones, dijo que debían levantarse más temprano. ¿A qué hora se levantará dicho ministro?
Finalmente, volvimos. En el bar, bajaron las persianas. Adentro, se cantó, se bailó y hablamos de muchas cosas. Dormimos en un hogar grande y calentito. Cerca de Plaza Maipú, no hubo manera de llegar a Puente Alto. El sábado comenzó con la travesía de tres horas que sería la vuelta a casa. Los cacerolazos y los bocinazos se escuchaban por todas partes. La energía estaba efervescente. Todas las líneas de metro estaban cerradas. Después de una micro, en “Lo Ovalle”, el techo de la estación está rota, como si un derrumbe hubiese sucedido.
Un colectivo (taxi de muchas personas) y otra micro llegamos. Mi celular sin batería se llenó de mensajes y llamadas de varias partes del mundo: Arizona, Berlín, Buenos Aires; tenían información de lo fuerte que había sido. Trato de explicar que me comí gas lacrimógeno también en Puente Alto, a pesar de que nuevamente los manifestantes no pasaban de las 300 personas y había niños y abuelas cruzando las calles intentando mantener su estilo de vida. Intento decir que cuando salí a comprarme cigarrillos había olor y picaban los ojos. Había Estados de Emergencia y comenzaría dentro de poco el Toque de Queda. No dejo de pensar en el poemario que sale dentro de poco titulado “Si no hay incendio, para qué el fuego” de Santiago Cavieres.
En mi celular se habla del montaje que se está armando. La Feria del domingo de San Gerónimo está igual que siempre, me compré unas zapatillas que quería. Los susurros y comentarios siempre son contra las autoridades, nadie habla de los “vándalos” o “saqueadores” que siguen siendo mencionados en los medios. No pude ir a la Feria de Los Reyes porque no hay Metro. Mañana es mi cumple y una amiga poeta de 18 años me dice que solo sabe usar Metro, que no sabe qué Micro la deja. Todos saben que las quemas iniciales (de ENEL, de micros y de vagones) han sido montadas, pero, ahora, no se puede luchar con violencia, y esa es la primera cosa en que el Estado no es el ejemplo en absoluto. Ya están comenzando a ser confirmadas las muertes en diferentes lugares. Nadie sabe si son verdad. No están pudiendo decir dónde se hayan los cuerpos. Todos piden que nos guardemos, que la evasión no era violencia, que ya entendimos que el Estado responde con ira y rencor. Se les frunce el ceño y los ortos a los privilegiados, tiempo al tiempo se ha dicho, que nadie se está quedando atrás. #ChileDesperto