“Saqueos” una crónica de Juan Botana sobre los principios de la cuarentena

“Saqueos” una crónica de Juan Botana sobre los principios de la cuarentena

Aislados enardecidos y el resplandor de sus tarjetas de crédito los hace comprar lo que encuentran. Se ven en los supermercados chinos, en el Coto del barrio y en las tiendas. Una vez anunciada la cuarentena y el aislamiento obligatorio por coronavirus, todo se compra o “saquea”: supermercados, almacenes, cajeros de bancos, camiones cargados de comida con mercadería venida del mercado central, motos y bicicletas, de esas que hacen delivery de comida hecha para la clase media.

¿Qué es lo que se compran o llevan? Verduras congeladas, jabón skip, carnes y off, las clases más acomodadas. Arroz, aceite y fideos, la clase baja. Ambas lavandina, jabón de tocador y papel higiénico; pero alcohol y alcohol en gel, ya no queda. Lo mismo que en las farmacias: el paracetamol. Y las motos no dan a vasto llevando a domicilio lo que sea. Todos apurados por la televisión que aconseja no salir de las casas, lavarse las manos con agua y jabón, llamar a los médicos ante cualquier síntoma de dolor de garganta, fiebre y tos, e higienizar la casa y las cosas con lavandina y agua, y agua y alcohol, para prevenir los efectos de la pandemia.

Los que tienen trabajo y pueden lo hacen remoto. Los que tiene plata la pondrán a intereses y esperan. Los que no tienen trabajo ni plata o hacen changas, salen como pueden; y hasta los acusan de ir y venir unas veinte veces por día del barrio, a personas con chicos que viven hacinadas en las villas de emergencia.

Pero como toda restricción tiene sus licencias. Y del aislamiento social obligatorio están exceptuados los médicos y el personal de limpieza, los funcionarios de gobierno, los supermercados y proveedores de alimentos, quienes cuidan o tiene a cargo a personas mayores, los padres separados, el transporte, los servicios públicos, las estaciones de servicio, los medios de comunicación, las fuerzas de seguridad, y los que cada día no les queda otra que poner a prueba su fuerza. Y su fuerza consistía en un jogging grande para guardar lo que se llevaba sin que la vean. Para no ser sorprendida cuando saliera.

Y con la plata que le pagan por cuidar a una señora mayor, el día que tuvo libre, se fue al supermercado a comprar lo que pudiera. Y se encontró con este mundo de gente. Y con la desesperación de la clase media por stockear con tarjeta.

Blanca se tiró de cabeza a la góndola de alcohol en gel cuando lo vio. Si en la televisión no hablaban de otra cosa que eso. Y un señora de plata que entendía mejor que ella los cuidados que había que tener por el coronavirus, la asesoró que lo hiciera. Mientras arrasaba con sus amigas con todos los potes que había. Pero uno Blanca manoteó, y como pensó que era caro y no iba a poder pagarlo lo escondió entre sus piernas.

Obviamente robaba para comer. Porque la plata que tenía no le alcanzó. Pero, lo repiten los periodistas en los medios porque el caso apareció en televisión, que una señora fue descubierta al salir del supermercado Coto con dos productos sin pagar. Ahora que los medios hacen guardia en los supermercados por temor al desabastecimiento. O lo provocan.

El flujo del saqueo entre comillas es incontrolable. Y lo mismo pasa con las compras por home banking que dejan sin mercadería a tantos que no tienen acceso. Con las colas en los cajeros automáticos. Y lo mismo va a pasar cuando se llenen los hospitales de casos. Y ya pasa con los que tienen auto y lo usan cuando no debieran truchando permisos. O puedan comprarse un respirador artificial, antes que el Estado los provea. Y ojalá la vacuna y/o algún tratamiento salga pronto. Y a lo mejor esta vez se dan cuenta de que los científicos son más importantes que los economistas e inviertan más plata en la salud pública y no solo por contingencia. Porque este virus es matemático y se comparta de la misma manera en cada lugar donde se propagó. Y con la cuarentena vamos a aplanar la curva para que los contagios no se den todos juntos y no colapsen los hospitales, las morgues y el sistema.

Por eso Blanca entendiendo la situación, cuando la paró el personal de seguridad del supermercado para tomarle la fiebre, le contó que se había llevado dos productos sin pagar. Y el muchacho la entendió y le dijo: “Está bien. Deme uno y el otro lleveló”. Blanca, pensó unos minutos y lo miró, metió la mano en su jogging holgado para la ocasión, se guardó el alcohol en gel y le entregó un paquete de fideos.

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