Vivir, morir en gusanos.
De cuerpos arrugados
como panal de abejas
al costado.
En manos deformes
ocres, almidonados.
En palomas grises
que atesoran
sus huevos, en macetas.
Vivir, morir en canto
del ocaso.
Cuando duermes hornero
con tu barro.
Todo levita, todo
nada abandona, nada.
El cable cuelga, baila
sobre su sombra
sobre paredes blancas
a merced del viento
en la última alcoba.
Acovachado, triste
henchido de poder
magro saber.
Asemejas un León
en su hermosura.
Agazapado, incrédulo
pronto a lanzarte
a la débil criatura…