¿Por qué tenemos miedo a comprometernos? Por Carina Oviedo

¿Por qué tenemos miedo a comprometernos? Por Carina Oviedo

El compromiso en una relación de pareja se ha convertido en un tema de creciente relevancia en la sociedad contemporánea. A medida que las dinámicas de las relaciones humanas evolucionan, también lo hacen las expectativas y las percepciones sobre lo que implica comprometerse con otra persona, por ello el compromiso en una relación de pareja es un aspecto fundamental que puede determinar su estabilidad y su duración.

Sin embargo, en la actualidad, muchas personas experimentan dificultades al momento de asumir esto y esta realidad nos lleva a preguntarnos: ¿por qué nos cuesta tanto establecer un compromiso en el contexto de una relación amorosa?

Existen múltiples factores que influyen en esta resistencia, los que podemos pensar en función de aspectos psicológicas, sociales y culturales:

En primer lugar, los determinantes psicológicos juegan un papel crucial en la formación del miedo al compromiso. La historia personal de cada sujeto, incluyendo experiencias pasadas de relaciones fallidas, traumas emocionales o la presencia de patrones de apego inseguros, puede influir significativamente en su disposición para comprometerse. Las personas que han vivido rupturas dolorosas, por ejemplo, pueden desarrollar una resistencia al riesgo emocional, prefiriendo mantener una distancia que les proteja del sufrimiento. Asimismo, el apego evitativo, un patrón de comportamiento donde el individuo tiende a rehuir la intimidad, puede derivar de la crianza en un ambiente donde el afecto y la cercanía no fueron priorizados.

Las experiencias pasadas, ya sean propias o de personas cercanas, pueden generar recelo a sufrir desilusión y dolor emocional, evitando así la profundización del vínculo. Este miedo puede manifestarse en la forma de evasión, donde las personas prefieren mantener relaciones superficiales que no requieran una inversión emocional significativa. Esta protección emocional, aunque comprensible, puede llevar a la repetición de patrones disfuncionales.

Por otro lado, los determinantes sociales también juegan un papel fundamental en el miedo al compromiso. Las dinámicas familiares y la influencia de los amigos cercanos pueden moldear la percepción que una persona tiene sobre el compromiso. En entornos donde la soltería es valorada o donde hay una cultura de “no atarse”, las personas pueden sentirse presionadas a evitar relaciones serias. Además, la presión social y las expectativas culturales pueden generar un conflicto interno, donde el deseo de establecer una relación profunda choca con el temor a ser juzgado o a no cumplir con las normas sociales.

Otro factor relevante es la presión social y las expectativas que rodean el concepto de pareja. En muchas culturas, el compromiso implica una serie de hitos que deben cumplirse, como el matrimonio, la convivencia o la procreación. Esta presión puede provocar sentimientos de ansiedad y miedo, llevando a algunos a rechazar el compromiso por considerarlo una carga en lugar de una fuente de felicidad y estabilidad. La idea de que el compromiso debe ser un sacrificio en lugar de una elección mutua y enriquecedora puede resultar abrumadora.

Otro elemento a tener en cuenta es la influencia de los modelos familiares y sociales que cada individuo ha internalizado. Las relaciones de los padres, los amigos y otros referentes pueden establecer patrones de comportamiento que se replican en las relaciones de pareja. Si una persona creció en un entorno donde el compromiso no fue valorado o donde las relaciones se caracterizaban por la inestabilidad, es probable que internalice esos modelos y se muestre reacia a comprometerse.

El crecimiento personal también influye en la capacidad de comprometerse. En una era donde la autoexploración y el desarrollo personal son altamente valorados, algunas personas pueden sentirse atrapadas en la idea de que un compromiso en pareja limitará su libertad individual. La búsqueda de la realización personal puede entrar en conflicto con la necesidad de construir una vida compartida, generando tensiones que obstaculizan el compromiso.

Desde la perspectiva cultural, la evolución de las normas sobre el compromiso y las relaciones ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. El aumento en la independencia económica de las mujeres y la aceptación de diversas formas de relaciones han contribuido a una mayor flexibilidad en las concepciones de lo que significa estar en una pareja. Si bien esto ha permitido una mayor libertad, también ha alimentado la incertidumbre en torno al compromiso, creando una ambivalencia que puede manifestarse como miedo. La idea de “probar” una relación antes de comprometerse, que se ha vuelto común, puede, irónicamente, dificultar el establecimiento de la estabilidad emocional que se requiere para un acuerdo vincular sólido.

Aquí, es crucial considerar el contexto en el que se desarrollan las relaciones modernas. La sociedad contemporánea promueve una visión del amor y las relaciones que a menudo se centra en la gratificación instantánea y en el individualismo. La posibilidad de encontrar múltiples parejas a través de plataformas digitales ha creado un panorama donde la abundancia puede llevar a la superficialidad. Este fenómeno puede generar un rechazo al compromiso, ya que las personas tienden a dudar de la fortaleza de sus elecciones y a buscar siempre la “mejor opción”.

Además, la aprehensión al compromiso puede estar influenciado por la ansiedad relacionada con la autovaloración. Las personas que carecen de una autoestima sólida pueden temer que el compromiso implique la vulnerabilidad de exponer sus debilidades ante la pareja. La idea de ser rechazado o no ser suficiente puede llevar a la evasión del compromiso, pues perciben que al no involucrarse, se protegen de un posible dolor emocional.

La comunicación efectiva es esencial en cualquier relación, y la falta de ella puede acentuar las dificultades para comprometerse. Las parejas que no son capaces de expresar sus sentimientos, expectativas y temores pueden encontrarse en un ciclo de malentendidos y resentimientos que dificultan la construcción de un vínculo sólido. La transparencia en la comunicación fomenta la confianza, un elemento clave para el compromiso, puesto que muchas veces, las parejas no intercambian abiertamente sus expectativas y deseos, lo que puede llevar a frustraciones.

La falta de habilidades comunicativas efectivas puede resultar en una desconexión emocional, dificultando el establecimiento de un vínculo sólido y comprometido. Además, las diferencias en las metas de vida y las expectativas sobre la relación pueden convertirse en obstáculos insuperables si no se abordan adecuadamente.

Si bien, la dificultad para comprometerse en una relación de pareja es un fenómeno multifacético que involucra factores emocionales, culturales, comunicativos y familiares, comprender estas dinámicas es esencial para fomentar relaciones más sanas y satisfactorias.

Quizá, si el compromiso no es visto como un fin sino como un proceso continuo que requiere construcción y disponibilidad de ambas partes, el deseo de hacer juntos en la relación, de enfrentarse a los desafíos y de adaptarse a las circunstancias cambiantes, podría permitir el crecimiento en ambas partes.

Es fundamental tener en cuenta que el miedo al compromiso no es necesariamente un rasgo fijo de la personalidad, sino que puede ser moldeable y susceptible de cambio. La terapia de pareja y el acompañamiento psicológico en un espacio terapéutico oportuno y adecuado, pueden ser herramientas efectivas para abordar estos temores y ayudar a las personas a explorar sus raíces y trabajar hacia un mayor entendimiento de sí mismas y de sus relaciones.

Carina Oviedo – Lic en Psicología MP 3082

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