Plavto (Ni caperucitas ni caperucitos). Por María Calle Bajo

Plavto (Ni caperucitas ni caperucitos). Por María Calle Bajo

Un lobo no es menos lobo que tú o que yo… solo que el pelaje que tiene se eriza ante el estupor…

Las nuevas camadas se habían distribuido por el inmenso bosque, nada podía salir mal en los
próximos cuentos. Estaba claro que un lobo siempre tiene que desempeñar un final funesto. Sí, un
lobo debe ser perspicaz, malicioso y estar en la presencia de los dotes que se desentraman como
perversamente maquiavélicos; dotes que a la par han de gozar del sopor culinario de su desatendido murmullo gástrico, inapelable muesca de lupino y descarado desparpajo agreste…
Y es que… desde una perspectiva caperucivesca… No debe ser fácil disuadir a un lobo… Por muy
luzbelinas que se muestren sus fauces… Y si nos ponemos puntillosos… No debe ser muy afable
dialogar con los famélicos aullidos vespertinos en presencia de éste, aparentemente, dócil mamífero capitolino… Cuando se cubre el día de falta de luz, comienzan los más truculentos pensamientos…
La visión se agudiza introspectivamente, de ahí que tropecemos con casi la inercia de la torpeza. En esos incesantes instantes nos contagiamos del sonido de los grillos… Y el aire parece tambalearnos.
Alcanzar la cima en la ferocidad de la luna, asomarse al aullido de la noche… Lúgubre e indefensa
de nitidez… ¿Acaso hay algo más envolvente que una imagen llena de color grosella en las
vestiduras de una, aparentemente, cándida fémina junto a su encapuchamiento durante la
nocturnancia?
Puede que sí, pero si tomamos un: ¡Ahora es de día!
El cuento cambia, es cuando la protagonista adolece por la enfermedad de la ensoñación de la
matriarca… Toma frescas flores del bucólico ambiente perfumado. Se irradia con el canturreo
matinal de todo cuanto le circunda. Los pliegos mecen sus movimientos en un acompañamiento de brío floral. Una hermosa cesta de mimbre dorado mantiene el balanceo desde su antebrazo, como en un baile contagioso de pavanas.
Sonríe, es una mueca plena de juventud. Un tupido pétalo de sabor. Y el lobezno, repentinamente,
es un peluche… tierno e indefenso por fuera.
Pero, ahora… Ahora es de noche…
Y se posterga el rubor bajo un suculento sueño fingido… el regusto de la inconsciencia. Los
aullidos señalan el camino del efervescente y descarnado encuentro. Luz de luciérnagas extasía la
estancia forestal. El bestiario como templo de antropológico deseo…

Temblor…
— « ¿Caperucita?»
— « Sí, soy yo…»
Caen los cielos sobre los cielos de todos los cielos del mundanal y arbóreo gimoteo…
Un hombre no es menos lobo que tú o que yo… solo que el pelaje que tiene se eriza ante el
estupor…
Y el mamífero hembra lo amamantó.

«Homo homini lupus est.»

4 comentarios en «Plavto (Ni caperucitas ni caperucitos). Por María Calle Bajo»

  1. Este ¿cuento? adolece de la típica pedantería del principiante, aunque sea una señora ya mayor quien escribe. Engarzar de mala manera palabras sofisticadas cuyo uso correcto se desconoce no revela inteligencia, sino todo lo contrario. Bodrio pésimo, infumable, improcedente. A saber qué se fumó para delirar así. O quizá vino al mundo con el lóbulo frontal dañado.

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