Siguiendo con la intención de acercarme a una asociación entre Floyd y la Psicología mas allá de aquellos copados elementos como vasos, remeras y llaveros que los unen en el ya clásico “Pink Freud”; continuaré mencionando ese halo siempre psicoanalítico que rodea a las letras floydianas cualquiera sea su época, aunque más notablemente en la “Era Waters”.
Y dije Freud, así como también “psicoanalítico” porque el Complejo de Edipo recibe un aporte sensacional de parte del “Licenciado” Roger Waters en, por ejemplo, “Mother”, cuando a diferencia de las madres retratadas por otros músicos y sus consiguientes letras; la madre de Waters no es angelical y divina como la de Palito Ortega, no es la confidente de un hijo que le confiesa un crimen como la de “Rapsodia Bohemia”, menos aún la conflictiva madre de Eminem o la de Tracy Bonham; que va un paso atrás en la evolución de su hija. La madre de Waters es la que ayuda al pibe a construir el muro entre él y la realidad misma en una insoportable cápsula de sobreprotección (“mamá te dejará cantar pero no volar”, “mamà chequeará a todas tus novias”) pero es la dadora de un afecto inconmensurable (“nene, no llores”, “te mantendrá arropado”) y, además, es la confidente “mercuriana” (“mamà ¿ella es peligrosa para mí?, “¿debo confiar en el gobierno?”, “ ¿debo candidatearme para presidente?”) O sea todo ese, justamente; complejo que es usualmente mamita.
Pero también en épocas de Syd Barrett mediante la genial “Matilda Mother” hay una aproximación a la madre sobreprotectora y mucho tiempo después el Gilmour solista con “Faces of Stone” también irá tras las sombras (más que luces) que su madre dejó en su psiquismo.
Si hay Edipo y madres pues también hay padres y es Waters quien lo hace notar en “The Wall” y “The Final Cut” cuando clama por la ausencia de su padre muerto en la segunda guerra mundial tiendo él apenas meses. Esa ausencia será un torbellino o, como dice nuestro Fito “un fuerte vendaval” no solo en la obra de Roger sino en su vida y militancia política y social.
Justamente es imposible evitar lo político y lo social en Floyd, esa parte constitutiva de todos y que la psicología, la sociología, las ciencias políticas, antropología y demás ciencias se encargan de analizar día a día. Fácil sería decir que Roger Waters es no solo el más comprometido políticamente de los Floyd sino, probablemente, uno de los artistas más militantes y controvertidos de la historia. No solo expone en Pink Floyd sus ideales, es en su obra solista donde más radicaliza su militancia y álbumes como “Amused to Death” o “Is this the life we really want?” son perfectas reseñas de su activa militancia. Todo ello acompañado de mega recitales donde la defensa de Palestina, la denuncia a figuras como Trump, Bush y diversas nefastas personalidades que el mundo ha sufrido y sufre son un perfecto complemento para entender el ABC ideológico de un artista comprometido hasta lo más profundo.
Pero, de un modo más tímido y sencillo, aunque también interesante, hay ideología política expresada en Gilmour: “A great day for freedom”, “Dogs of the war”, “Sorrow”, “Keep Talking” o el manifiesto pro-Ucrania “Hey, Hey Rise up” son manifestaciones mucho mas dóciles que Waters pero contundentes de un artistas no radicalizado pero ciertamente atento a lo que considera atropellos o faltas de libertades en diversos lugares del mundo. En este ultimo sentido la participación de los cuatro Floyd en el Live 8 de 2005, de Gilmour y Waters solistas en diversos conciertos benéficos se suman a esta manifestación ideológica innegable de los muchachos de Cambridge.
Finalmente, no se podría dejar de mencionar el vinculo entre los mismos integrantes de la banda, el cual es de por si un autentico carnaval de conflictos, odios no resueltos, bardos legales, reconciliaciones efímeras y rencores que duran hasta hoy. Si en la primera parte se mencionó el brote de Barrett y la culpa-duelo-tributo de los demás miembros posterior a despedirlo del grupo . Habría que agregar el tremendo carácter cuasi dictatorial de Waters durante su ultima estadía en Floyd (desde 1978 hasta 1985) donde la composición, aún genial, queda a manos casi exclusivas de Roger y vuelve a despedir a un miembro fundador de la banda: Richard Wright. En esto imaginemos al Freud de “Tótem y Tabú” haciendo dulce. Todo ello devino en que Waters se fue pero no quiso que los otros siguieran con el nombre Pink Floyd (léase posible megalomanía) y de ahí a juicio que ganaron los otros tres. Luego; entrevistas incendiarias, el éxito de todos, más dichos bardeando a la otra parte, mas recaudación, reunión milagrosa en el Live 8 de 2005, nuevas peleas, más recaudación, más entrevistas dinamitadas de odio, los egos de Waters y Gilmour estallando en contra del uno y el otro cada tanto y privando a millones de fans de una última reunión.
En julio de 2006, momento en que murió, el inventor de esta loca rueda: “Syd” Barrett , fotografiado cada tanto saliendo de su casa en musculosa, andando en bici, sin contestar palabra alguna, comprando verdura o artículos de limpieza, no concediendo entrevistas, hay quienes dicen que ni siquiera recordando que era eso de “Pink Floyd”, millones de dólares sin tocar en una cuenta por derechos de autor, un jardín de su casa donde durante horas hacía de jardinero, a veces pintor que pintaba un cuadro, le sacaba una foto y quemaba la obra. Nunca volvió a ver a sus compañeros de banda, tampoco ellos más que los mencionados tributos se interesaron en visitarlo. Solo Gilmour, paradójicamente su reemplazante, lo intentó pero se le comunicó que eso era tan inconveniente como inútil. Asi que hasta hoy es quien cuidó y cuida la obra del “diamante loco” y eso, sin duda, es un tema tan profundo como insólito en ese mundillo del rock. En casi todos sus recitales solistas Gilmour ha recreado una canción de Barrett, incluso aquellas de sus lunáticos discos solistas donde la locura se expresó con poesías solemnes como en “Dark Globe”, “Dominoes” o “Love Song”. Al año de morir lo homenajearon en un teatro, fueron todos los Floyd, pero tocaron por separado: Gilmour, Wright y Mason haciendo “Arnold Lynne” de Barrett y Waters la poco entendida para la ocasión “Flickering Flame” de…Waters.
Parece increíble que todos esos muchachos hayan trabajado juntos durante tantos años haciendo de los mejores discos y recitales de la historia del viejo y querido rock and roll. Pero, no solo lo hicieron, sino que, evidentemente deben haber utilizado para lograrlo algún tipo muy poco revelado de psicología.
Autor: Lic. Rodolfo M. Zamora Damonte