“Lo que no mostrarías en Instagram, lo que querés que no salga en la selfie, el lado b, lo que hace la gente cuando cierra la puerta de su casa, eso para mí es la buena literatura”.
El que habla, sentado a una mesa de un bar en el tradicional barrio de Belgrano, es Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970).
El autor de La uruguaya acaba de publicar Breves amores eternos, un libro que de alguna manera son dos. En la primera parte, reúne sus relatos más recientes y en la segunda, su volumen de cuentos titulado Hoy temprano, publicado por primera vez en el año 2001. Tanto en la primera parte, la que incluye los relatos nuevos, cuya temática gira alrededor de las relaciones de pareja, el deseo y lo sexual, como en la segunda, donde se explaya en distintos tipos de historias e incluso de género, Mairal, como dice Santiago Llach en una de las solapas del libro, “se las arregla para producir felicidad en el lector”. En la otra solapa, sus datos biográficos dicen que Pedro Mairal, con apenas 28 años, recibió el Premio Clarín de Novela por Una noche con Sabrina Love, que luego fue llevada al cine por Alejandro Agresti; que además publicó las novelas El año del desierto y Salvatierra; los libros de poesía, Tigre como los pájaros y Consumidor final; que en 2011 condujo el programa de televisión Impreso en Argentina; que en 2013 publicó la novela en sonetos El gran surubí y El equilibrista, una recopilación de las columnas que escribió para el semanario Perfil; que en 2016 publicó La uruguaya, una novela que es un éxito internacional de crítica y público; que sus últimos libros son Maniobras de evasión (2017) y Pornosonetos (2018) y que su obra fue traducida a más de once idiomas.
–Si bien están todos sus cuentos, ¿por qué prefirió ponerle Breves amores eternos y no Cuentos completos?
Cuentos completos me sonaba como a lápida. Además, si estás vivo, después siempre quedan incompletos.
–¿Por qué no sacar Breves amores eternos solo?
Hoy temprano había quedado completamente agotado y ese libro tiene sus lectores y su público que lo reclamaba. Pensá que se editó en el 2001 y sobre todo el cuento que le da título al libro es un cuento que se da en escuelas, es una especie de best hit que había empezado a circular solo por Internet y yo quería que volviera al libro. Por eso aprovechamos la volada y agregamos ese libro como una especie de bonus track.
–Teniendo la posibilidad de reeditarlo, ¿le dieron ganas de retocar algunos cuentos?
Cuando los empecé a leer, me di cuenta de que hay cosas estilísticas que hoy escribiría de otra forma, pero me pasa algo que también me pasó con la reedición de Una noche con Sabrina Love, que es que el cuarentón que soy ahora no tiene por qué corregir al veinteañero que escribió eso.
–Esas cosas estilísticas que hoy cambiaría, ¿lo llegan a avergonzar?
No, eso no. Creo que son cuentos con una voz bastante consolidada. Sí me doy cuenta de que hay una voluntad de probar ir hacia muchas direcciones distintas. En cambio, en Breves amores eternos ya hay una voz de un cuarentón que habla de las relaciones de pareja.
–Después de Una noche con Sabrina Love publicó Hoy temprano; después de La uruguaya, su otra novela de gran éxito, publicó Maniobras de evasión; y ahora Breves amores eternos. Pareciera que después de mucha exposición, necesitara refugiarse en el cuento o en textos más cortos y sacarse de encima la presión de hacer otra novela. ¿Hay algo de eso?
El mercado y el gran público quiere la novela, funciona como un ladrillo de venta porque además es más fácil de leer, requiere menos esfuerzo, porque hacés el esfuerzo una sola vez de entrar en ese mundo y después ese mundo te ampara. Un libro de cuentos es más exigente con el lector, requiere que te metas en cada cuento por primera vez, en ese universo.
–Como lector, ¿disfruta igual de la novela que del cuento?
No soy un buen lector de novelas, me gusta más leer cosas breves, quizás porque soy medio vago. Me formé leyendo esos textos breves de Jorge Luis Borges que son como una explosión en muy pocas líneas o los cuentos de Julio Cortázar, o la poesía, que es la forma de mayor condensación de sentido.
–¿Siempre le pasó esto de no poder abordar textos más largos o le pasa más a partir de esa fuente de distracción continua que son las redes sociales?
No sabría decirte si es por culpa de las redes. Con la novela, sobre todo como escritor, siento como una especie de obligación y me da un poco de bronca tener que escribirla. Por eso, hasta que no tengo muchas ganas y la historia me lo reclama, no me siento a escribir una novela.
–Más allá de que la historia se lo reclame, ¿no tiene un plan de trabajo diario?
Solo tengo un plan cuando estoy escribiendo una novela. Ahí sí me siento y trabajo, no espero los raptos de inspiración porque eso no existe. Lo único que existe es sentarse a trabajar.
–Escribe, hace música, da talleres y tiene un programa de radio, son demasiadas cosas, ¿se cuestiona cómo administra su tiempo?
Hago muchas cosas, pero es muy raro cómo administro mi tiempo. Para hacer una canción necesitás tiempo libre, tenés que estar paveando con la guitarra, probando cosas hasta que tal vez sale una línea melódica. Pero estás en un lugar que es difícil de explicar, incluso si alguien te ve desde afuera estás como papando moscas. Tenés que estar disponible para las ideas y el juego mental y eso me cuesta conseguirlo porque me digo “ahora no puedo, tengo que preparar el seminario, tengo que ensayar o tengo que escribir la contratapa”. Muchas veces me da bronca no estar disponible para la creatividad.
–¿Logra superar la culpa de estar con la guitarra o con cualquier otra cosa en vez de estar escribiendo la novela que supuestamente debería estar escribiendo?
No usaría la palabra culpa porque estoy bastante libre de culpa, sí me agarra una especie de alarma que me dice “deberías estar haciendo otra cosa”. Igual, hay cierto disfrute en eso, hay una rebeldía medio boba, por eso siempre prefiero estar escribiendo lo que no debería estar escribiendo. En general, le mando libros a los editores pidiéndoles disculpas, les digo te había prometido una cosa, pero salió otra, fijate qué te parece. Cuando tenés buenos editores, aceptan que seas multifacético y no se quedan con el contratito de lo que les habías prometido. Así me pasó con Hernán Casciari cuando le mandé El gran surubí, por ejemplo. No somos máquinas de sacar novelas. Me encantaría escribir Una noche con Sabrina Love y La uruguaya todos los años, pero no, me pasa cada veinte años.
–En Breves amores eternos hay mucho de deseo, de encuentros fugaces, pero no sé si tanto de amor. Está por cumplir 50 años, ¿qué se espera del amor a su edad?
Para contestarte eso debería escribir un libro. Yo veo que en estos cuentos no hay luz al final del túnel. Los escribí en un momento asfixiado de mi vida, por eso todos los personajes están asfixiados en situaciones de pareja. Si ahora escribiera sobre relaciones de pareja lo haría distinto, con un poco más de esperanza. No sé qué más decirte, más allá de esa obviedad de que cada pareja es particularmente única. Incluso, uno es distinto con cada pareja. En todo caso me interesa ir al lugar de esa intimidad muy fuerte de la construcción del deseo y ver cómo eso va variando a lo largo del tiempo en una persona.
–¿Cuán importante es el deseo para sostener una pareja?
La verdad, no lo sé. Lo que me interesó mostrar en Breves amores eternos es cómo de pronto alguien que se siente deseado y se prende fuego tiene una especie de súper poder.
–Pero ese deseo, ¿es efímero o alcanza para sostener a una pareja?
Creo que no se pueden establecer reglas sobre las parejas porque cada pareja es una cantidad de variables muy grande. Lo que sí sé es que es muy difícil mantener una pareja, sobre todo cuando los dos pasan mucho tiempo juntos, tienen que ir evolucionando y reencontrándose. No se puede dar por sentado el amor del otro. Si no termina pasando como dice Fabián Casas: “esta es la habitación donde mis padres se convirtieron en hermanos”. Pero la verdad es que no tengo ni idea, no soy el gurú del amor, yo escribo sobre rupturas, no sobre parejas que se salvan.
–En el libro, el sexo ocupa un lugar central, ¿cree que los argentinos somos muy pudorosos para leer y escribir sobre eso?
No sé si hay alguna diferencia con otros países. La sexualidad en la literatura argentina aparece en general mezclada con la dominación y la violencia, tiene un peso bastante duro. Creo que llegó el momento de escribir de una manera más celebratoria con respecto a la sexualidad. Por suerte, las mujeres están escribiendo mucho sobre el deseo, a los hombres nos está costando más porque enseguida todo suena a machirulo. Me parece buenísimo que las mujeres estén escribiendo sobre el deseo, pero no me parece bien que los hombres nos estemos amordazando.
–¿Piensa que es por el miedo a ser juzgados?
Y sí, porque enseguida queda algo fuera de lugar, sobre todo en el ambiente cultural, donde hay una represión enorme. Para mí la página es el lugar donde uno tiene que ejercer la máxima libertad. Si es incorrecto lo que estás escribiendo, tenés que bancártela. La literatura no puede ser algo que viene a enseñar, a dar el buen ejemplo, no puede ser didáctica. La literatura es la condición humana y no se puede escribir desde la corrección política.
–Con todos estos cambios impulsados por el feminismo, ¿se lee a usted mismo de otra manera?
Sí, incluso quizá hay cosas que no escribiría ahora. Hay textos que claramente tienen un yo detrás, como los de Maniobras de evasión, pero a mis personajes los puedo volver políticamente correctos o incorrectos porque una cosa soy yo y otra mis personajes. Hay una autora estadounidense que escribió una novela sobre mexicanos y como no es mexicana la están matando. Esto tiene un riesgo muy grande porque es una especie de puesta en duda del derecho a la ficción. Yo no estoy de acuerdo con eso. Creo que la invención literaria es un ejercicio de empatía, es meterse en los zapatos del otro.
–Como lector, ¿disfruta más de los libros de ficción que de eso que llamamos literatura del yo?
Las dos cosas me gustan. Ayer por ejemplo disfruté ver en Netflix una película sobre extraterrestres que se llama Arrival. Me gustó meterme en una textura fuera de lo verosímil.
–¿Qué recomendaría de lo que vio últimamente?
Peaky Blinders, Succession y Fleabag me gustaron mucho. Disfruto cuando hay un buen guion detrás. Yo soy capaz de escribir algo que puede funcionar en la página, pero no me podría dedicar al cine porque hay demasiadas cosas que pueden fallar.
–Sin embargo, tuvo varias experiencias en cine, ¿en qué etapa está la posibilidad de llevar La uruguaya a la pantalla grande?
El guion ya lo terminé y ahora están en la etapa de buscar financiamiento. Sé que a Jorge Drexler le gustó el libro y está apalabrado como para hacer una canción. Diego Peretti no sabe de qué lado de la cámara va a estar, si codirigiendo o actuando. Después hay una productora brasileña también metida, pero los tiempos del cine solo el Señor los sabe.
–¿Se ve escribiendo una segunda parte de La uruguaya?
La verdad es que no, me interesan los universos cerrados. No me interesa crear una saga en un mismo espacio. Para mí así se debilitan las historias, se parasitan las unas a las otras.
–Recién mencionó a Drexler, a quien recientemente entrevistó en su programa de radio, ¿cómo se siente en esta nueva faceta de entrevistador?
Me gusta entrevistar porque aprendí que básicamente es escuchar. Si venís con una grilla de preguntas muy rígidas, interrumpís al otro todo el tiempo y la conversación no fluye. Además, me obliga a leer mucho y a escuchar más música.
–Y la música, ¿qué lugar ocupa?
Me acuerdo de que en la nota anterior que hicimos recién estaba agarrando el ukelele. Todo arrancó en 2015 en una residencia de escritores a la que fui con Washington Cucurto. Ahí él se puso a pintar y yo me llevé el ukelele y empecé a tocar. Ver la libertad expresiva que tenía Cucurto, de alguna forma me habilitó a mí a volver a las melodías. Desde entonces hice más de sesenta canciones. Después, hará unos dos años, me encontré con Rafa Otegui, armamos el dúo Pensé que era viernes, empezamos a tocar en vivo y probablemente este año saquemos un disco que estamos produciendo junto con Yago Escrivá de
Ainda Dúo. Estoy muy contento de ver cómo en este tiempo creció tanto la rama de la composición que estaba dormida.
–Por último, una pregunta que suelo hacer muchas veces, ¿cuándo siente que tuvo un día productivo?
Por ahí, mi día es productivo si toco un poco la guitarra, si escribo y compongo, mejor todavía, o si cumplo con alguna entrega. Pero creo que sobre todo será productivo si puedo jugar con mi hija. Si sentí que estuve presente y no a las puteadas, corriendo detrás de un tren al que no llego, atravesado por las redes. Un buen día es un día en el que pude ser consciente de que lo viví.
Pedro Mairal nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 27 de septiembre de 1970. Comenzó a estudiar medicina en 1989, pero al poco tiempo abandonó la carrera. En 1991 comenzó a estudiar Letras en la Universidad del Salvador. En 1994 publicó sus primeros poemas en el suplemento literario del diario La Prensa y, tiempo después, en 1997, coordinó un taller literario en la Universidad del Salvador y dio clases como profesor adjunto de literatura inglesa, que actualmente sigue dando.
Fuente: Yenny El Ateneo