Cuando el dolor se vuelve letra.
Aunque sea por un rato.
Por pequeño que éste sea, me alivia.
Me serena. Al menos un poco.
Tengo miedo…,
incluso miedo de tener miedo,
incluso miedo de tener miedo de tener miedo.
Un miedo intestinal me persigue desde chico.
Me condena.
Y me delata.
No estoy solo.
Aunque ustedes no vean a nadie al lado mío.
Hay alguien más.
Me sostiene.
Me habla.
Me pregunta.
Podría decir que no le contesto
y me creerían.
Podría decir que no le hago caso
y también me creerían,
que la mayoría de las veces
no escucho lo que él dice
y por supuesto, me creerían.
Pero sería mentirles.