“No tengo la menor duda de que si hubiera tenido que pagar la universidad, no hubiera podido ni siquiera empezarla”. Entrevista a Sebastián Apesteguía. Por Juan Botana

“No tengo la menor duda de que si hubiera tenido que pagar la universidad, no hubiera podido ni siquiera empezarla”. Entrevista a Sebastián Apesteguía. Por Juan Botana

Sebastián Apesteguía es Licenciado en Ciencias Biológicas y Doctor en Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. Especialista en reptiles del Cretácico. Investigador Independiente del CONICET en la Fundación Azara. Docente de la Universidad CAECE. Autor de 6 libros, 80 artículos especializados y 30 artículos de divulgación. Autor del hallazgo de 15 nuevas localidades paleontológicas y 37 nuevas especies fósiles. Conductor, columnista y actor en distintos ciclos televisivos de ciencias.

¿Por qué te hiciste paleontólogo?

Como todos sabemos, la paleontología es una ciencia con elementos muy atractivos para los niños y niñas. Particularmente siempre me fascinó lo antiguo. Allá por primer grado me encantaba dibujar animales antiguos y con el tiempo me hice bastante conocedor de sus nombres y características. En un viaje encontré una vieja de agua muerta al borde de un arroyo y estaba seguro de haber hallado un pez de la era Paleozoica. Por esos tiempos, las lecturas me llevaron de Julio Verne al Mundo Perdido de Conan Doyle. Para terminar de cocinar la magia, ya terminando la primaria se publicó en los medios acerca del hallazgo de un dinosaurio vivo en el África y, aunque se trataba de una leyenda de los naturales del Congo que nunca fue comprobada, eso potenció mis ganas de acercarme al tema.

¿Qué sentiste la primera vez que encontraste un fósil de dinosaurio?

A mediados del secundario me sumé como colaborador voluntario a la Sección de Paleontología del Museo Argentino de Ciencias Naturales, el de Parque Centenario, en Buenos Aires. Allí comencé a trabajar como preparador de fósiles, extrayendo los huesos de la roca, y ese mismo primer año de trabajo me ofrecieron acompañar al equipo a Patagonia para ayudar en la campaña. Uno de esos días, en que no me sentía nada bien, pues estaba muy engripado y caminar bajo el sol del desierto no era la mejor idea, iba sobre la arena del fondo de una quebradita cuando me golpeo la pierna con una roca que salía de la pared. Sigo caminando y unos pasos más tarde pienso: “pero… la forma de esa roca…”. Al darme vuelta, vi que se trataba de la punta de un enorme fémur de dinosaurio que salía de la pared. Me sentí muy feliz, sobre todo por poder probar a mis compañeros de campaña que yo también podía encontrar huesos (aunque, para ser sinceros, ¡el hueso me encontró a mí!).

¿Pensás que podrías haber estudiado, investigado, dar clases, viajar por trabajo y publicar libros sin la ayuda del Estado?

Durante mi recorrido por la Primaria mi familia debió mudarse cinco o seis veces a raíz de los avatares económicos, y hallar una nueva escuela para mí y mis hermanos era siempre complicado. Para el secundario, aunque nos seguimos mudando mucho, al menos mantuve el mismo colegio, pero la situación económica no había mejorado, y no fueron pocas las veces que buscábamos en el fondo de los bolsillos de cada pantalón y saco para hallar alguna moneda olvidada que pudiera ayudar al boleto para ir al colegio. No tengo dudas de que, si no hubiera sido obligatorio y estatal, mi formación se hubiera cortado donde terminara la obligatoriedad o donde hubiera que pagar algo más significativo que la cooperadora. Al momento de plantearme el ingreso a la universidad, mi mamá me dijo claramente que no podían seguir sosteniéndome si no aportaba para la casa, así que si quería estudiar, debía ser consiguiendo un trabajo, aunque fuera para poder costearme los gastos en bibliografía, boletos a la Facultad y comidas fuera de casa (¡y esto con una universidad pública y gratuita!). Por suerte, en el museo comenzaron a pagarme como técnico y más adelante conseguí trabajo administrativo en los registros del automotor. No tengo la menor duda de que si hubiera tenido que pagar la universidad, no hubiera podido ni siquiera empezarla, y puedo decir que la misma situación la vivió mi papá, que venía de un contexto más
pobre aún y que pudo recibirse de abogado cuando el peronismo ofreció las universidades gratuitas.

Al graduarme pude luego hacer un posgrado, ser doctor en ciencias naturales e ingresar al CONICET gracias a mi trayectoria y la cantidad de publicaciones científicas, que hoy rondan las 90, además de 9 libros. Gracias a esta oportunidad que me dio el Estado Argentino pude realizar 36 campañas paleontológicas en Río Negro y Neuquén, descubrir 13 nuevas localidades fosilíferas y dar nombre a 38 nuevas especies fósiles. Además logré obtener subsidios de investigación que me llevaron a muchos lugares del mundo a estudiar colecciones y a otros a hacer viajes de campaña, como Bolivia, Ecuador, EEUU, Hungría y Francia, con subsidios de The Jurassic Foundation, National Geographic, ANPCyT y CONICET.

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