Presentación del libro “Sin ojos que los miren” de Juan Botana en el Jardín Botánico Carlos Thays. Lectura del prólogo del libro. Leído por Silvia Rivas y escrito por Nuria Gómez Videla.
A modo de presentación
(Prólogo de Nuria Gómez Videla)
Sin ojos que los miren más que un libro es un territorio sin límites donde se cruzan todos los sentimientos humanos.
Juan Botana enciende, pone primera y arranca a manejar kilómetros y kilómetros de palabras donde una se enlaza con la otra y así, sucesivamente, construye este camino de vidas desamparadas, locas, amorosas, obsesivas y nostálgicas.
Buenos Aires, la geografía, su extensión y sus límites invisibles, sus barrios, las calles que se cruzan, esquinas donde los personajes quedaron anclados, un recuerdo triste, la añoranza de un amor que ya pasó, una pelea de perros, un partido de ajedrez, los lazos filiales, la crianza, el desamparo, el deseo prohibido, los sucesos descontrolados.
Cada crónica es detallada, minuciosa, con nombres, fechas, es la forma de la escritura la que hace liviano el viaje aunque lo que haya para decir no sea feliz. Un narrador nostálgico va abriendo mamushkas y se luce cuando su voz se vuelve poesía, ahí, en el momento justo donde se necesita un poco de aire para salir a la superficie.
A Botana no se le escapa nada, va para un lado del mapa y cambia para el otro con un volantazo entre lo que es público y lo que es privado, con la valentía de hacer de la lectura una cruzada amable pero también un luz cruel sobre seres invisibles.
Me pidió temeroso que lea este libro y acá estoy, tratando de serle fiel a un poeta que es verborrágico e incorrecto, que destapa velos, que vivió muchas vidas y que deja en alerta al lector.
Definitivamente una voz alta, un grito que sale de las entrañas y te hace abrir los ojos y mirar.