Nadie aparentemente, una crónica de Juan Botana sobre una librería en la villa 31

Nadie aparentemente, una crónica de Juan Botana sobre una librería en la villa 31

Ocurre entonces que Nadie Huamán Rojas se hizo viral en las redes sociales. Y ser viral es extraño cuando sos librero y peruano en la villa 31, y a duras penas manejás Internet, y te las pasás promocionando escritores y libros y hasta un encuentro de escritores en Chosica, Perú. Y a pesar de que en el barrio pocos leen literatura, su librería se hizo muy popular. Quizás por lo disruptivo, como dicen ahora. O por el imán que fue para los medios, saber que Nadie abrió una librería en la villa 31.

Así fue que llegaron los diarios para hacerle notas. Y si no fuera por un vecino que me engañó y me mandó para otro lado. Y después se me hizo tarde y la entrevista la terminamos por mensaje de facebook, mi nota sobre Nadie y su librería en el barrio 31, hubiera salido primero que la de La Nación. Por lo que tuve que armarla con tres manuscritos enviados en fotos que obtuve como respuestas.

Nadie empezó a escribir a los 22 años, cuando cambió su sueño de una carrera militar en Perú por las letras. Pasaba momentos difíciles en lo económico y social, y decidió emigrar a España, pero como “el hombre propone y Dios dispone”, dice, terminó en Argentina.

Rojas llegó al país solo, en 2007, y trabajó como obrero en Constitución. Ya instalado en la ciudad de Buenos Aires, en su tiempo libre se acercaba a la feria de la villa 31 y vendía todo tipo de objetos. Como le empezó a ir bien, decidió quedarse a vivir allí. Luego empezó a venderlos en un local, en la planta baja de su casa y así.

Un día, mientras veía pasar a los cartoneros con los carros cargados, notó que algunos de ellos llevaban libros. Libros que, poco tiempo después, iban a ser reciclados y convertidos en papel. “Decidí rescatarlos –cuenta- de las fundiciones de libros y llevarlos a las bibliotecas”.

Pero después se le ocurrió organizar una Feria del Libro, con su producción que incluye cuatro novelas y una recopilación de poemas, la más conocida es La grandeza del inmingrante del 2015, que narra a partir de la nostalgia y el desarraigo las distintas situaciones que viven las personas de nacionalidad extranjera que residen en la villa 31, y acompañarla con los libros que había juntado y los de sus colegas. Y empezó a comprarlos y venderlos en su tienda.

Desde entonces, su local cambió. Nadie sacó para fuera los inodoros, los hierros y demás objetos que tenía y los reemplazó por bibliotecas repletas de libros, la mayoría traídos por los cartoneros. Y ahora también por nuevos escritores que conoce en encuentros literarios o contacta por facebook, en un método tan parecido al mío. Así fue como lo conocí yo, cuando organicé uno de los festivales de poesía que hago, esa vez en la SADE Nacional y él se acercó.

Como son a micrófono abierto, le pregunté si pensaba leer y me dijo tan despacio que sí, que pensaba que no. Lo mismo cuando me repitió su nombre: Na-die-Hua-mán-Ro-jas. Aclaro que me llamó la atención su tono bajo y mucho más cuando leyó, no solo por la potencia del texto, si no por su voz de arrastre, como si siguiera migrando.

Recuerda que de chico su nombre le traía problemas, cuando sus amigos de Chosica le decían: “Nadie sabe” o “Nadie hizo esto”, y que en ese entonces deseaba llamarse de otra manera.

Pero un día, un amigo de su padre le contó el por qué y le gustó la respuesta: antes de que él naciera, su papá había buscado inspiración en la Biblia para elegir su nombre. Como no le gustó ninguno, abrió la Odisea de Homero. Al llegar al canto IX, leyó que Ulises se hacía llamar Nadie para confundir al cíclope Polifemo, y decidió que así iba a llamar a su hijo. Desde entonces, Nadie se apasionó por la mitología, el género que le hizo conocer la literatura y  nunca más dejó de leer.

Y ahora quiere que lean otros comprando sus libros y los de otros y otras, o participando de encuentros de escritores, como el de Chosica, Perù, que se suspendió preventivamente por el coronavirus. O el Festival Poético que organizó en 2019, donde participaron poetas de Uruguay, Perú, Paraguay, Puerto Rico y Argentina. También con una revista literaria cuyo nombre es “Grito de Nadie”, que edita con la ayuda de Francinher Sandoval Valencia. Y lo que empezó con versos de la villa 31, se amplió. Y muchos escritores colaboramos en la misma. Yo por ejemplo con mi poema “Santos y zapatas”, y él con uno, que creo se llama “Flor”. Aunque no le gusta mucho ponerle nombre a las cosas, como tampoco se lo puso a su librería y ya todos y todas le decimos Nadie.

Nadie conoció al poeta chileno-argentino Emiliano Pintos y eso lo llevó a hacerse amigo del Embajador del Reino de Marruecos y hasta participa de encuentros en la embajada; lo mismo que en la de Francia, gracias a la amistad que entabló con el fotógrafo franco-iraní Reza Degathi.

Porque Nadie antes que nada es amigo. Y hasta sueña con abrir un café literario en la villa. Cuenta que un día vino un señor elegante a su librería a llevarse un montón de libros antiguos y, cuando se dio cuenta, se estaba llevando uno peruano muy viejo. ¡Le dio una lástima dárselo sin haberlo leído primero! Pero lo dejó ir.

Como algún día él se fue de Chosica, Perú. O cómo yo, que me perdí cuando quise ir a verlo a su librería y me fui. Y no me encontré con Nadie aparentemente. Para lo que me envió una foto que muestra la entrada al barrio y el comienzo de la terminal de colectivos Retiro.

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