Con la globalización se ha producido una especie de continuum deslumbrante que pocas veces fija alguna imagen significativa y perdurable porque todo queda en la nube con que Google puede informarnos o confundirnos más con la proliferación de datos que son inmediatamente reemplazados por otros, útiles o no.
Pero, para algunos de nosotros ( a los que la investigación nos llegó por las bibliotecas, mediante enciclopedias, textos válidos, manuscritos, y sobre todo la memoria constantemente activa por comparación, oposición, derivación o generalización) hay escenas de la vida real imborrables por lo profundas y valiosas. Ciertas situaciones que se repiten o no, las conectan inmediatamente con nuestra evocación selectiva y hacen que se sacuda el árbol mismo de la existencia.
Personalmente la figura del Papa Francisco avanzando solito por la Plaza San Pedro (encima: húmeda) el Domingo de Pascua del 2020 me golpea como símbolo. ¡Tanto dolor en el mundo! Muerte, orfandad, lamentos, sentidos todos como una gran injusticia y que él cargaba en sus hombros tan débiles, apesadumbrados. Desamparada estaba la humanidad. Desesperados muchos preguntaban a las alturas “ Ubi es?” y muchos otros, aunque renegando de las prohibiciones y el encierro, sobrevivimos gracias al cuidado y la dedicación de desconocidos que
procuraron hacer más llevadero el dolor físico o espiritual de esas horas tan oscuras.
Paulatinamente el primitivo terror se convirtió en miedo, y después, en prudencia, finalmente, en prevención. Los más sentimentales atesoramos los momentos posteriores para darnos fuerza, para no claudicar ante nada porque una palabra moderna nos alentaba: resiliencia; porque habíamos conocido , después de tantas pérdidas el valor del sacrificio desinteresado, el compromiso de los profesionales, la necesidad de cuidar al otro para preservarnos. Y pudimos porque descubrimos otra frase: Hic sum.
Y curiosamente hoy, cuando la foto de Loan apenas se publica en los medios y los programas de noticias proliferan escándalos familiares, desafueros a miembros del Parlamento, huidas de depravados a quienes ni Interpol puede localizar… mientras se insiste en la cáscara matemática de números ficticios, volvió a instalarse cierta miopía extraña para visualizar lo que algunos intereses no dejan ahondar. Es decir: alimentos ocultos, medicamentos retaceados, lingotes de oro prófugos, internas partidarias egoístas y sobre todo (perdón, soterradamente) visitas inexplicables que salpican de horror nuestra memoria. Nuevamente la imagen del Padre Jorge apareció en mi recuerdo de cuando visitó el Mausoleo del Holocausto hace diez años y dejó nuestro mismo mensaje, cuando la verdad y la justicia pudieron convertirse en verdad : “Mai piu”.
No nos olvidemos del valioso pasado para llenarlo de argumentos retorcidos y, por lo general, llenos de intereses vergonzantes. Démosles a las palabras su verdadero valor. Hagamos de nuestra comunicación diaria nuestra propia verdad. “Memento mori ” susurraban los estoicos . “Mi causa es la causa del género humano”, dijo San Martín.
“Hacéte cargo”, grita la calle. Porque una sola cosa es cierta: todos vamos a morir. Pero en el mientras tanto, que nuestro existir, valga la pena.
Porque, y ya lo escribió Eladia Blásquez en 1980 “ no es lo mismo que vivir, honrar la vida” .
Susana Rodríguez