Luz roja. Por Raúl Ezcurra

Luz roja. Por Raúl Ezcurra

Quiero acercarme más.

Se trenza casi descuidada

caía a un costado de su cuello.

Me miró como si yo fuera otro cliente.

Temprano había cruzado la frontera de la infancia

para enredarse en este mundo de estiércol y miseria.

Sin misericordia, sin perdones, sin amores.

La mortecina luz roja en la entrada

atrapaba almas ahuecadas.

Adentro la penumbra cómplice

intentaba vagamente ocultar el abismo,

donde las honras caen en el desvencijado catre.

Sin importarle a nadie,

sin que nadie se perturbe ni espante.

Adelita acomodaba su gastada muñeca

bajo el colchón.

Su pequeño cuerpo supo del placer ajeno.

Los cuerpos como los años, pasan anónimos.

Y ahora la vieja Adela cuida la entrada

bajo la roja luz que ilumina también

una gastada muñeca.