Los viajes de Sara Gallardo, la escritora federal

Los viajes de Sara Gallardo, la escritora federal

El libro que reúne sus crónicas de viaje

Vivir de viaje (Fondo de Cultura Económica) es la compilación de las crónicas periodísticas de Sara Gallardo, esa autora fuera del canon en su época y reivindicada más tarde, también desde los feminismos por su primera novela, Enero, que narra la historia de una joven campesina obligada a tapar una violación casándose con el agresor. En este nuevo volumen que edita y prologa Lucía De Leone, una joven que sostiene una erudita adoración por esta autora, los textos de Gallardo hablan del viaje como forma de vida, como movimiento e imaginación. Una forma de salir de la asfixia de su clase y a la vez service de ella. Una oportunidad para seguir conociendo a esta pluma inquieta. 

El acercamiento de Lucía De Leone a Sara Gallardo fue azaroso. Experta en la vida y obra de la autora de la poderosa novela Enero y de la experiencia lingüística sobre el mataco Eisejuaz, entre otros textos literarios, De Leone es una de las investigadoras que iluminó la figura de Gallardo y acaba de compilar y prologar el libro Vivir de Viaje (Tierra Firme. Serie Viajeras/Viajeros, Fondo de Cultura Económica), que da cuenta de la escritura periodística de una mujer, siempre en movimiento, que se redescubre a sí misma mientras recorre y habita distintos sitios porque no puede permanecer quieta.

Gallardo es una bicha que camina y sus crónicas, una invitación a la lectura gozosa de los registros nómades. Dividido en cuatro partes: Tretas para viajar, Desde Europa, Por América y En Argentina, el volumen incluye títulos como Cómo viajar hacia el mar en autobús (¿Cómo?), La ridiculez de ser turista en el más allá, Presencia de Bioy, La ropa de hombre ya no es la misma, La historia de Lisandro Vega, Una mujer en carne viva, un perfil escrito por el periodista Daniel Pliner y otro, “Yo de perros no sé nada”, por Luisa Valenzuela, entre otros textos.

Sara fue la hija de Sara Drago Mitre y de Guillermo Gallardo, tataranieta de Bartolomé Mitre, bisnieta del escritor Miguel Cané y nieta del científico y ministro Ángel Gallardo, integrantes de las familias criollas fundadoras de la nación. Viajó a Europa siendo adolescente intentando superar el asma y la asfixia de un ambiente cerrado. Ella optó por ser una cronista itinerante soñando y viviendo una vida bohemia.

Dijo en varias ocasiones que se sentía incómoda ante la llamada “escritura femenina”. Confiaba en el rigor de la escritura, en el trabajo con la palabra, apostaba a pulirla hasta obtener diamantes. Escribió en 1958 la primera novela argentina que cuenta una violación y la imposibilidad de abortar desde el punto de vista de la afectada. 

Ella es quien construye un personaje muy controversial, como Irma en Pantalones azules: una chica proletaria, de costumbres sexuales libres que “vuelve loco” de pasión a un joven conservador, antisemita y machista y que se convierte al judaísmo en el Buenos Aires de los 60. Todo eso sin subrayados, sin consignas, con acción literaria. No por casualidad, los feminismos contemporáneos han puesto en valor toda su obra.

Tanto en su literatura como en sus textos periodísticos, Sara Gallardo se desplaza constantemente: de escenarios, de tradiciones, de narradores, de universos referenciales. Sara vive de viaje, elige al viaje como forma de vida, entendiendo al viaje como movimiento físico y como imaginación. 

Así como podría pensarse a Sara como una escritora federal (son palabras de Alejandra Laera), también se federaliza en su prosa periodística y en sus viajes (va al norte al sur, al este y al oeste). Estos movimientos se advierten en el plano de las voces que construye para narrar las ficciones: la primera persona, el monólogo interior, el indirecto libre, la tercera persona omnisciente, etc. En el periodismo inventa al “Bicho Gallardo”, esa periodista insolente que es bicho, bicha, distinta, viva, y se diferencia del resto porque acuña un lugar de enunciación particular: la desactualidad.

De Leone recuerda en el epígrafe con el que encabeza el prólogo: “Soy la que viaja. Puerta de viajes. Es verdad que me arriesgo; veo la muerte a cada paso. ¿Cómo sujetarse a uno solo este mi cuerpo de mil vidas?”. Son palabras de Sara,a quien Lucía abrazó como compañera del alma cuando un febrero caluroso daba clases particulares de Lengua, Literatura y Latín a chicos y chicas que se habían llevado esas materias a marzo. 

Una tarde cuando, después del último alumno, salió a caminar por José Hernández, en el barrio de Belgrano, y en una librería de usados, medio escondida, se topó con La rosa en el viento, la última novela de la escritora, publicada en Barcelona en 1979. Desde entonces, Lucía convirtió a Gallardo en el leit motiv de su vida intelectual. “Me quedé pegada. Era un ejemplar un poco ajado, dedicado por una tía a un sobrino que, imagino, se desprendió rápido del libro. En el viaje en subte a la casa de mis padres empecé a leerlo y sentí que algo especial había pasado en el cruce entre Sara y yo”.

Al poco tiempo, De Leone tuvo la suerte de ser invitada a un grupo de lecturas que coordinaba Nora Domínguez, profesora de teoría literaria y pionera en el dictado de seminarios de género y en la investigación con perspectiva feminista. “Nora propuso leer, analizar, hacerse preguntas sobre escritoras que hubieran empezado a publicar hacia los años 60, que habían quedado relegadas, olvidadas o silenciadas por esos fenómenos extraños que articulan mercado, academia, canon, celadas críticas, interés del público y demás”, revela Lucía. Los nombres fueron Sara Gallardo, Elvira Orphée, Amalia Jamilis, entre otras. “Desde entonces, no paré y me dediqué a investigar su obra literaria y periodística y su vida. Escribí la tesis de doctorado, edité sus materiales hasta que ahora llegó el turno de dar a conocer sus escritos de viaje”.

¿Cómo te resulta “convivir” con la periodista y narradora a la que elegiste dedicarte?

–Absolutamente armónica a esta altura. Es parte de mi vida. En casa, le decimos “Sara” a secas, toda mi familia está atenta a lo que ocurre con sus textos y los eventos que se le dedican. Un placar entero le está destinado, rotulado, con todas las notas que recogí en bibliotecas durante años y voy sistematizando con prolijidad desde notas que van saliendo, hasta postales, cuadernos, gacetillas, lapiceras. Es una locura de fanatismo, mis materiales para su museo. Al principio, fue más difícil la convivencia. No había una coyuntura cultural tan favorable y me cuestionaron porqué estudiaba a una escritora que procedía de la elite porteña sin el impacto de otras. Eran críticas hoy totalmente desmontables, pero que en su momento me afectaron, quizá por juventud, por no contar con argumentaciones sólidas que llevan tiempo pensar y elaborar. Estoy segura de que si se trataba de un escritor varón no hubiera tenido que dar esas explicaciones. A Sara la clase le jugó más en contra que a Victoria o Silvina Ocampo, pero prefiero pensar que la dificultad y versatilidad que traían sus textos, tan alejados a las modas literarias, pero conociéndolas y haciendo otra cosa a lo esperado, el tono inventado, sus modos de figuración pública y sus movimientos (físicos, imaginarios, de espacios, de continentes, de actividades) la hicieron una escritora con la que no había sido fácil “casarse”. Sara seduce y distancia, convence y te hace dudar. No falla, aunque puede producir reticencias. En lugar de espantarme, me estimuló: enfrentar a una escritora desde lugares incómodos, alejados a mis círculos, donde hay que sacar fuerza, con quien no se comulga en todo, pero a la que se admira y con quien se descubre una época y una sensibilidad me ayudó a darme cuenta de cuánto prejuicio existe en los modos de leer. Tuve mucha suerte con sus herederos, sus tres hijos siempre se han mostrado muy entusiastas, generosos y amorosos con la figura y obra de su madre. Con Paula Pico Estrada y su hija, Victoria Winograd (la nieta de Sara), tenemos una muy linda amistad.

¿Qué nos dice Gallardo hoy?

–Tanto su literatura como su periodismo escrito tienen muchísima vigencia. No porque sí, su primera novela, Enero, de 1958, que narra las desgracias de una joven puestera que es abusada por un trabajador del lugar y obligada a contraer matrimonio para “lavar” las culpas del embarazo, fue reivindicada como estandarte literario de los feminismos contemporáneos. También su prosa para los medios es de absoluta actualidad, por el tratamiento de los temas, la posición de enunciación que inventa y el personaje que construye para dar por tierra con muchos de los prejuicios y los contratos sexoafectivos epocales.

Una obsesión contra el olvido

Los trabajos de De Leone sobre Gallardo son continuos y muy productivos. En 2013 defendió su tesis de doctorado sobre ella y luego publicó varios artículos académicos en revistas científicas nacionales y del exterior, disponibles en la web. Como resultado final del Homenaje que se celebró por los 20 años del fallecimiento de Sara desde el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, surgió junto con Paula Bertúa, Escrito en el vientoLecturas sobre Sara Gallardo, un libro con artículos críticos, ensayos, semblanzas periodísticas y relatos familiares. 

En 2014 salió Macaneos. Las columnas de Confirmado 1967-1972 (Buenos Aires, Winograd, 2015), que reúne la mayoría de las columnas que escribió para Confirmado durante los 60 y 70. También la investigadora tuvo a cargo la edición y prólogo de Los oficios (Buenos Aires, Excursiones, 2018) que contiene entrevistas, una pequeña autobiografía, notas de La NaciónAtlántida y otros medios más, dos relatos literarios que salieron sólo en la prensa y las necrológicas.

 Y el año pasado la convocó Alejandra Laera del Fondo de Cultura Económica para Vivir de viaje, que junta textos periodísticos, entrevistas, relatos viajeros por Europa, América y la Argentina. Reúne textos inéditos y algunas notas que ya habían salido en antologías previas (Macaneos y Los oficios) que armó para las editoriales Winograd y Excursiones.

¿Por qué tuvieron que pasar varias décadas para que su obra emergiera a la superficie y se difundiera?

–Los “olvidos” de escritoras y escritores obedecen a una combinación de múltiples factores, no siempre fácilmente identificables. Hay modas, hay gustos, hay operaciones del canon, hay coyunturas favorables, hay prejuicios y también hay una pizca de suerte o mala fortuna. Entiendo que ese relegamiento pudo deberse más que nada a sus apuestas diferentes en cada libro, a los universos referenciales de sus ficciones que siempre nos despistan, los espacios distintos donde instala la fábula de sus novelas, la variedad de narradores y técnicas narrativas, el tratamiento singular de temas no dependientes de las agendas. Prefiero pensar ese silencio más en términos de inteligibilidad, de ilegibilidad de una propuesta literaria que se corre de los caminos más transitados.

¿Qué nos dice Gallardo hoy?

–Tanto su literatura como su periodismo escrito tienen muchísima vigencia. No porque sí, su primera novela, Enero, de 1958, que narra las desgracias de una joven puestera que es abusada por un trabajador del lugar y obligada a contraer matrimonio para “lavar” las culpas del embarazo, fue reivindicada como estandarte literario de los feminismos contemporáneos. También su prosa para los medios es de absoluta actualidad, por el tratamiento de los temas, la posición de enunciación que inventa y el personaje que construye para dar por tierra con muchos de los prejuicios y los contratos sexoafectivos epocales.

Una obsesión contra el olvido

Los trabajos de De Leone sobre Gallardo son continuos y muy productivos. En 2013 defendió su tesis de doctorado sobre ella y luego publicó varios artículos académicos en revistas científicas nacionales y del exterior, disponibles en la web. Como resultado final del Homenaje que se celebró por los 20 años del fallecimiento de Sara desde el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, surgió junto con Paula Bertúa, Escrito en el vientoLecturas sobre Sara Gallardo, un libro con artículos críticos, ensayos, semblanzas periodísticas y relatos familiares. 

En 2014 salió Macaneos. Las columnas de Confirmado 1967-1972 (Buenos Aires, Winograd, 2015), que reúne la mayoría de las columnas que escribió para Confirmado durante los 60 y 70. También la investigadora tuvo a cargo la edición y prólogo de Los oficios (Buenos Aires, Excursiones, 2018) que contiene entrevistas, una pequeña autobiografía, notas de La NaciónAtlántida y otros medios más, dos relatos literarios que salieron sólo en la prensa y las necrológicas.

 Y el año pasado la convocó Alejandra Laera del Fondo de Cultura Económica para Vivir de viaje, que junta textos periodísticos, entrevistas, relatos viajeros por Europa, América y la Argentina. Reúne textos inéditos y algunas notas que ya habían salido en antologías previas (Macaneos y Los oficios) que armó para las editoriales Winograd y Excursiones.

¿Por qué tuvieron que pasar varias décadas para que su obra emergiera a la superficie y se difundiera?

–Los “olvidos” de escritoras y escritores obedecen a una combinación de múltiples factores, no siempre fácilmente identificables. Hay modas, hay gustos, hay operaciones del canon, hay coyunturas favorables, hay prejuicios y también hay una pizca de suerte o mala fortuna. Entiendo que ese relegamiento pudo deberse más que nada a sus apuestas diferentes en cada libro, a los universos referenciales de sus ficciones que siempre nos despistan, los espacios distintos donde instala la fábula de sus novelas, la variedad de narradores y técnicas narrativas, el tratamiento singular de temas no dependientes de las agendas. Prefiero pensar ese silencio más en términos de inteligibilidad, de ilegibilidad de una propuesta literaria que se corre de los caminos más transitados.

¿Por qué recomendás leer Vivir de viaje?

–Porque allí van a encontrar a una Sara que se adentra por distintos países del nuevo y viejo mundo, quien tiene consejos para el arte de viajar, la que tiene anécdotas soñadas de sus viajes, la que se ríe de todo, la que también se rinde ante la experiencia Eisejuaz, la que viaja a Barcelona en barco y se lleva a sus hijos, una galga y un lavarropas lleno de libros, la que se deslumbra ante el Che Guevara en la Cuba revolucionaria, la que recorre las calles de la Europa posguerra. Porque el libro es todo un viaje, es divertido, entretenido, informativo, insolente. También el libro es un panorama de época: los 60 hasta entrados los 80 contados desde la posición de enunciación de Sara Gallardo y en este sentido integra una genealogía de viajeros: Victoria Ocampo, Clarice Lispector, Manuel Mujica Láinez y demás. Por otra parte, es un libro fácilmente transportable (puede ir en el bolso o en la mochila sin problemas), hermoso (casi un libro objeto, con fotos), para leer de corrido o por partes. Parafraseando a Sara, porque es hospitalario, y leerlo nos lleva a recorrer un mundo estando en casa.

¿Qué textos preferís del libro?

–Me resulta difícil elegir, pero tengo mi corazón puesto en la primera parte, “Tretas para viajar”, donde Sara da consejos al viajero sobre el arte de viajar, muy graciosas, muy irónicas y auto críticas. También me encanta la crónica sobre el Napoli “maradonizado” y las páginas en las que la donna é mobile (ese personaje frívolo que inventa en Confirmado) hace de las suyas en la noche porteña, en Salta o en Punta del Este, recomendando lugares y tendencias “chic” e interpelando con desfachatez a las mismas mujeres que leían esas zonas de la revista donde podría estar ella misma. 

Fuente: Página 12

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