Del súper
De útiles
De pendientes en el trabajo
De arreglos hogareños
De cumpleaños
Para Papá Noel
Escritas a mano
Con alarmas programadas desde el celular
De futuras promesas incumplidas.
Que nunca tuvimos la valentía de escribir
Hacemos listas todo el tiempo, tildamos o tachamos lo que ya hicimos. Algunas las
cumplimos para evitar la inanición o para organizar el día a día. Otras nos recuerdan el
saludo de feliz cumpleaños. Están las que en forma de cartas a los Reyes Magos
interceptamos para cumplir, dentro de las posibilidades, los deseos de nuestros hijos y
para no romper la ilusión de aquello que no es real, como tantas otras cosas en la vida.
Las guardamos en la caja de recuerdos junto a los dientes de leche y a las primeras
manifestaciones artísticas tan inentendibles que escribimos al lado el significado.
Con una suerte de autoconvencimiento decretamos a principio de año un sinfín de
promesas que hacemos sabiendo que no las vamos a cumplir. La misma suerte corre el
comienzo de la dieta o del gimnasio los lunes, con la diferencia que solo hay un principio de año y lunes hay muchos.
Sentimos que hay listas que nos encauzan para llegar a destino. Vamos porque tenemos que ir, porque nos dijeron que es lo mejor, porque no podemos salir del molde. Nos sorprendemos cuando escuchamos un balido diferente, levantamos la vista y en lo alto una oveja, que no es negra, nos anima a la rebeldía.
Otras veces, no tomamos el toro por las astas para blanquear situaciones que necesitan
un cierre. Son aquellos pendientes que rondan en la cabeza sin dar tregua y nunca
tuvimos la valentía de escribirlos, porque quizás se convierta en una suerte de pacto con el diablo, siendo ese demonio uno mismo.
Puede ser que algún día, antes que el arrepentimiento por no haber hecho algo nos
invada, tomemos el valor para patear el tablero y sintamos que la libertad dejó de estar
encorsetada.