Le temps qui reste. Por Juan Botana

Le temps qui reste. Por Juan Botana

“Cuenta/ me como te ha ido /

si has conocido / la felicidad “,

le preguntaron en La Habana.

No contestó.

La esperaban los Cayos:

Guillermo, Coco, Santa María, Bayo;

apurada por llegar

a su viaje interrumpido en los ’60

antes de casarse.

La Habana quedó lejos, antigua, desolada,

como plegaria sin fin, acobardada…

Sin poder llorar.

Cuando la sombra entorpece los pasos

un bolero calipso la tropieza

le pone el pie una baldosa tiesa,

zaguán de noche, piedra, temporal.

Y cae.

Hasta un árbol caído cae

sobre la tierra mojada

por el trajín y el cansancio que dan los años.

Una paloma cae y se levanta

con la cara sangrando, machucada

y calla.

No descargo su ira contra ninguno de nosotros.

Sintió la soledad.

Le faltó un hombro en que apoyarse.

Pero no se quejó.

Como no se quejó ante el cáncer de su esposo,

los perros, la suerte, los peces,

los pájaros, los gatos, los monos,

hacerse cargo de todo y de todos,

las internaciones, los hijos, los padres, los abuelos,

los nietos, los gritos, los desaires, las deudas ajenas,

las cucarachas, la falta de agua caliente, la locura,

la casa de Caballito en la que llovía adentro,

la de Palermo sin papeles ni ternura

que abrazara la muerte.

Ya nadie la espera, ni la controla, ni la cela.

Ni tiene que dar explicaciones pero las da.

A mí, a Nené, a Graciela.

Si se las pidiera quizás a alguien más.

Le temps qui reste, suma.

-¿A dónde vas?-, le preguntaron.

Quo vadis-, contestó.

-¿Y qué es quo vadis?-

-A dónde vas-.

Le queda poco tiempo por eso el apuro.

Por eso Cuba y esa caída níspera.

Por eso las cataratas, las termas,

el vino rosado casi puro

o con hielo.

Brasil, el Aconcagua, el glaucoma,

la maculopatía, la rodilla,

la pierna, la artrosis y una silla

para sentarse a no esperar.

Cuando nos damos cuenta que soñamos

los sueños se terminan

como puntada en el ojo a descansar.

Son pocos los que sueñan viajes como ella.

Su corazón anhela Centroamérica,

sus playas paradisíacas, el calor del trópico,

las palmeras y el mar.

Un sol inalcanzable la tapa y la deja ver

cada vez menos. Pero no importa.

Le temps qui reste, suma.

Un naipe sin marcar en la baraja,

de malecón cubano y a gozar.

Amapola, flor rozada por el viento.

Nos conocimos contra marea y voluntad.

Y nos quisimos…

hasta entonces y más.

No se permitió llorar en las malas.

Una lágrima, acaso, se dejó escapar.

Una sola.

A escondidas seguro que hubo más.

Su cara a la mía se parecen.

Herida que sangra sin querer sangrar

Se hizo tiempo para vivir por nosotros

y por ella.

Y por algunos más.

Puso la otra mejilla sin dudar

y rezó.

Se hizo camino al andar…y rezó.

Si no hizo lo correcto no lo dijo.

“Cuen / ta / me / como te ha ido /

si has conocido / la felicidad “,,

le preguntaron de nuevo.

Su voz callada no contestaba

o acaso no quiso escuchar.

Entre charangas y rumbas,

tal vez ya no escuchaba más.

Guarda uno o dos secretos,

en silencio

que no está dispuesta a revelar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *