A veces uno se cansa de hablar sobre la locura de los otros.
Estoy leyendo Sujeto responsable, un libro compilado por Emilio Vaschetto, Jorge Faraoni y Bruno Masino, y encuentro en él muchas ideas interesantes. Es el resumen de un seminario que los autores llevan a cabo los jueves, desde hace años, en la Escuela de Orientación Lacaniana de Buenos Aires. Además de sus reflexiones, el libro incluye la voz de los participantes e invitados.
Algunas ideas sobre la responsabilidad subjetiva y jurídica me parecen particularmente relevantes para la época que atravesamos. Vivimos un momento histórico peligroso y tomar conciencia de ello es fundamental.
La palabra responsabilidad proviene del latín respondere, que significa “dar una respuesta”. Hoy estamos interpelados por quienes desprecian a los pueblos, a la naturaleza y a la paz. Frente a eso, debemos responder. Existen distintos tipos de responsabilidad. En este escenario siniestro hay tiranos, opositores y ciudadanos comunes que viven en el desamparo. Pero no todos tienen el mismo grado de responsabilidad: no es igual la de un funcionario público, la de un dirigente político, la de un medio de comunicación —hegemónico o no—, o la de un vecino.
Aquí viene a cuento la figura del alma bella en la autoconciencia hegeliana: aquel que se siente víctima de la situación y solo alcanza a exclamar: “¡Qué barbaridad! ¡Qué horror!”, como si no formara parte del mismo mundo. Pero la verdad es que debemos hacernos preguntas. ¿Nuestros planes para mejorar la vida de la gente fracasaron? ¿Hemos hecho una autocrítica real de nuestras estrategias? Tal vez debamos cambiar la forma de comunicar, de militar, y reconocer que la gente escucha, pero de otra manera.
Lacan decía que quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época, mejor que renuncie. Lo decía para los psicoanalistas, pero aplica también a los políticos.
El célebre psicoanalista hablaba de tres grandes pasiones: el odio, el amor y la ignorancia. Hoy, la ignorancia ocupa el segundo lugar, justo después del odio.
Y estamos en serios problemas.
La ignorancia, en este contexto, no es solo falta de conocimiento, sino la negativa a querer saber lo que ocurre. En lo individual, se trata de no querer conocer la causa del deseo inconsciente, el goce singular de cada uno. Sin cierta amistad con el propio inconsciente, solo queda el síntoma. Y el síntoma es una verdad, aunque no todas deban analizarse.Llevado al plano social, el no querer saber puede conducirnos al desastre. Vivimos tragedias de todo tipo y no reaccionamos. Los medios de comunicación, salvo excepciones, han convertido todo en espectáculo. De un lado y del otro, se la pasan haciendo chistes triviales.
Ante esto, lo que podemos hacer es formularnos preguntas. Preguntarnos qué es la cobardía moral. Porque para decir lo que debe decirse, hace falta coraje. Coraje moral y ciertas virtudes que han pasado de moda, pero que es urgente recuperar. No se me ocurre mucho más que recomendar el libro y animar a hacerse buenas preguntas. Y, sobre todo, a tener el valor de actuar y denunciar las injusticias desde el lugar que sea. Resistir e insistir. Para eso no hace falta ser un gran académico. Basta con no perder la sensibilidad.
A veces uno se cansa de hablar sobre la locura de los otros.
Lic Patricia Gorocito – Docente UBA – PSI
Libro “Sujeto Responsable“
Compiladores: Emilio Vaschetto, Jorge Faraoni y Bruno Masino
Editorial Xoroi X Edicions