Vuelvo.
Me empecino en este regreso inútil
y pretendo rehacer la historia,
reconstruir el hombre que fui.
Y camino hacia vos, con el rumor silenciado de máquinas.
Arrastro la imposibilidad de volver a tu mundo
—ese mundo que era el mío también—.
Arrastro dolor,
camino entre ruinas, camino hacia artefactos inútiles.
Llevo en la piel el desgarro de la bestia:
este ocio que me han impuesto.
¿Y qué voy a hacer con el tiempo que me desborda?
Tiempo estéril que se me pasa viendo tus ojos,
oscuras ventanas,
—impiadosas ventanas inertes, clausuradas ventanas—.
Que se me pasa en la fila de tu desempleo.
Entre negros ángeles
que custodian tu boca cerrada,
de frio hierro.
Y la decepción
vuelve a ganarle a la ira:
anónimas letras deformes
me niegan el paso
en un cartón que cuelga;
implacables, sellan el final,
tantas veces negado.
Otro día, igual que ayer
y anteayer,
y el día anterior
y el anterior al anterior.
Otro día que
me rindo a la bestia.
Yo sólo sé trabajar
y la fábrica sigue cerrada.