Entrevista a Cintia Fernández, escritora, futura psicóloga, co-conductora del programa de radio “frecuencia Inestable”. Por Juan Botana
¿Qué te genera escribir?
Escribir es mi forma de expresar quien soy, de comunicar mis pensamientos más profundos, más íntimos, para que lleguen a otro lector. El poder hacer preguntas y recibir feedback, me parece sumamente necesario para los seres humanos; porque necesitamos que otros puedan leernos, para ver si el mensaje sale y llega claro, si hay sincronías con la vida de otros, con los sentires de los otros. Es un espacio de encuentro, primero de mí conmigo misma, y luego con los demás.
Siento fuertemente que tanto leer como escribir, siendo dos caras de la misma moneda, son herramientas inigualables para acceder a la gente que está interesada en dialogar, en aprender, en saber más del otro, enterarse de las cosas que quedan por fuera de la currícula de una escuela o una universidad, o mismo de las experiencias de la vida, que se vuelven finitas en correlación al vasto mundo que tenemos alrededor. Es hacer poesía de la existencia.
Cuando escribimos y leemos, porque no hay escritura sin alguien que la pueda leer (como en la parábola del sonido del bosque y el árbol que cae), nos conocemos con otro, que creemos distinto, pero que muchas veces refleja nuestros propios sentimientos, entonces ahí hay un encuentro, una frecuencia, ahí hay una chispa de fe, de comprensión y posibilidad.
¿Hay algún vínculo entre tu escritura y tu interés por la psicología?
Si, ¡yo! Jajaja. Soy toda uno, ésta que escribe, que estudia la carrera, que entrevista en la radio y juega como niña, la que es hija, tía y madrina, y también AT; la que llora y ríe, que trata de crear espacios de ayuda. Porque soy empática, curiosa y comunicativa desde que tengo uso de razón, y la psicología es una ciencia, como otras tantas que tiene el ser humano para analizar su alrededor, para entender los por qué de muchas cosas que siente y el por qué las sufre.
Cualquier forma de catarsis, de sublimación de la energía mental, me parece una excelente idea para saber vivir más y mejor en este mundo, y obviamente, poner un granito de arena para que la vida vuelva a la comunidad, al respeto y la fraternidad.
En síntesis, es una forma de buscar, de teorizar desde la razón, de investigar las cualidades y los “defectos” humanos, de entender sus orígenes y el porqué de sus creencias a lo largo de los siglos. Si sabemos los cómo y los porqué, ya estamos a ¾ de camino de entender los para qué.
¿Por qué te dieron ganas de conducir un programa de radio?
Es una idea que tengo desde que iba a séptimo grado en el Instituto Nicolás Avellaneda de Ing. Maschwitz. Pasaba por la puerta todos los días y me imaginaba estudiando ahí. Yo ya leía como animal, escribía, dibujaba, iba a castings, ayudaba a mi mamá con la crianza de mis hermanos, y sentía que tenía mucha información para una piba de 12 años. Las vueltas de la vida quisieron que empiece primero con medicina, que cambié rápidamente, y decanté en la psicología.
A la idea de ser periodista, locutora, o calzarme unos auriculares en algún programa, la dejé en pausa. Cuando empecé a conectar con gente de círculos artísticos, volvió a mí como un boomerang, y esta vez no lo esquivé.
Agarré la propuesta sin pensarlo demasiado, y la verdad es que disfruto mucho todos mis matices, todos mis conocimientos puestos al servicio, que creo, en definitiva, es lo único que recordamos cuando nos lleva “esa muchacha”, como le dice el gran Pepe Mujica.
¿Cómo se despertó tu interés por las vidas pasadas?
Lo mismo, mis intereses siempre estuvieron ahí, sólo que cada experiencia fue llegando cuando ya estaba lista para recibir la información. Me bautizaron de beba, tomé la comunión de niña con dos años menos que el resto de los niños, y lo hice con mucho amor, hasta iba sola los domingos a misa.
Un buen día “recordé” algunas cosas que me hicieron enojar con la vida presente, más que nada con la humanidad como tal. Pasé años negando mi conexión espiritual, yéndome siempre por el costado más oscuro, de mayor ruido y aspereza y, a la vez, más mental.
De adulta me enfermé de cáncer, y eso me obligó a volver la mirada hacia mis adentros. En el camino de sanación estudié mucho, cambié cosas de mi rutina, hice rituales en los que recordé otras vivencias, recibí mensajes, y pude reconectarme con la fuente de energía.
Este nuevo despertar me hizo mirar de frente las dos caras de la vida y amigarme con sus matices, con quien soy yo en esencia, y aceptar mis dones en este hoy. Y Don no implica sólo sanar gente con imposición de manos, un Don es ser lo que tu alma te llama a ser, cocinero, jugador de fútbol, artesano, comunicador, o bailarín. Entender de que estás hecho y usarlo a favor del todo. Esa es la verdadera vida, eso es tener coherencia con tu existencia, con luces y sombras, con todos los contrastes. Llamémoslo Dios e Inframundo, energías sutiles y densas, mente y raíz, o arriba y abajo. Pero según desde qué cosmovisión te pares, aunque con diferentes nombres, todas siempre hablan del amor por quienes somos en esencia, y para que haya amor, tiene que haber entendimiento del Uno mismo en correlación con el Todo.
Todos tenemos Karmas y Dharmas en nuestra vida, todos venimos a cumplir con una meta, devolver un sacrificio y disfrutar los mundos recorridos en cada nueva vuelta. Y por ello sigo adquiriendo herramientas para impulsarme a mí a honrar de dónde vengo, tener en claro a donde voy, y si necesitan y piden ayuda, acompañar a otros en el camino de su propio reconocimiento. Porque solos, querido Juan, no llegaremos a ningún sitio, en esta, ni en ninguna otra vida.
Para ir cerrando, puedo decir que todas las aristas de mi personalidad siempre me llevan al autoconocimiento a través de la sabiduría ya existente. Los medios están ahí para el que quiera tomarlos. Ahora, poner en creencia o juzgar aquello a lo que le tememos, es inherente al ser humano, que siempre huye ante la sensación del peligro que da enfrentarse a lo desconocido.
Por eso sigo trabajando por y para la información de valor, para que, desde mi metro cuadrado, la gente tenga la posibilidad de preguntarse, investigar, y correr sus velos.