Tuve la suerte de presentarme y leer en el V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia de CABA, en su Semana de las Artes y Literatura, gracias a la invitación de Ivana Szac y la compañía de María Belén CorsoCecilia CarballoGloria ArcuschinMarilyn ZumboAna Gervasio Maia Marosano y Ana María Oddo.
Hablamos sobre poesía, leí “También”, “Bolivia”, “Estaba”, escuchamos las canciones “La vida de un pueblo”, “Los tules” y “Por qué escribo” que hicimos con Ana Gloria Casale, vimos la diferencia entre escribir en décimas o en octavas y hasta pude darle algunas herramientas de escritura a los alumnos de 7mo B. ¡Millones de gracias!
También
No tenemos nada en común
sino el camino
un tronco de árbol
el suicidio de las flores en invierno
el mar azulverde
las nubes.
Mirarnos a los ojos
también.
No tenemos nada en común
sino el camino
pinotea
el run run de los sueños por las noches
las azaleas que entran por las ventanas con el sol
y un amor.
Y un dolor cenizo
también.
No tenemos nada en común
sino el camino
papeles insumisos
un beso guardado en las escaleras de madera de San Telmo
bajando al mismo tiempo
y un farol abril que titila.
Diciembre en los finales
también.
Bolivia
Yo pongo el corazón
donde me duele
y donde me duele estás vos.
¡Bolivia!
Me pareció escuchar tu nombre
¡Bolivia!, repitió.
Hasta que te nombraran siete veces.
Una tras otra después:
Alina
Catalina
Victoria
Malena
Sofía
Lucila y Paula.
y otra vez Paula tal vez.
Pero antes, sin saber, sin pensar
fuiste Bolivia.
Allí,
donde hasta el miedo llega
y te detiene
-donde mataron al Ché-
Mitad mujer, mitad linterna.
Sueño que flota una luz tenue en la que ve.
Que no entra en una panza,
en la que sobra,
en la que queda,
en la que flota.
En ninguna panza,
una caverna
y en mi sed.
Se mueve.
Una luz interior rodeada por un halo de sombra
la acompaña.
Cuando no hay luz, ella ve.
Con los ojos cubiertos de lágrimas,
entre Góngora y Lezama lima,
entre limón y mandarina.
¡Ella ve!
No es carnaval, no es feriado.
No es comparsa, ni murga,
ni polacos,
ni mamparas que se rompen al caer.
Ni máscaras.
Ni ventanas que se abren con el sol.
Ni cenizas.
No es, pero ella ve.
Por suerte nadie muere,
ni se excita de más en el apuro.
¿Por qué deberían hacerlo?
Acaso no aprendieron.
En el ayuno.
Nadie ve, pero ella ve.
No hay puna humahuaqueña,
ni apuno ni mareo.
No hay quebrada que la nuble con el sol.
Ni canto boliviano, ni ch’allá.
Ni estrellas en la noche de navidad.
Ni navidad ni fin de año,
ni cumpleaños.
Hay espera.
Es chicha.
Es Checha.
Es comarca.
Es Ekeko que no fuma.
¿Para qué?
Si no es mentira.
Es un baile que se baila con los tres.
Donde ella ve.
Con máscaras que aún están colgadas
en la casa
que se mueven en disfraz
en diagonal.
Hacia ambos lados.
En la pared.
donde ella mira.
Como las muñequitas chinas que juntaba
(o eran rusas)
en lanas tejidas al crochet.
Entre limón y mandarina
las separo,
o los dibujos que calcaba
de una nena
que no es
que no es.
Lo que no es decir que ya no fuera,
o que haya sido,
por más que esté siendo
en este instante,
en que Bolivia se duerma
en la que es.
Sordo
era el silencio cuando me lo contaste.
Mudo
su nombre cuando la nombraron
por séptima vez.
Que hasta creí no haber respirado esos segundos.
Las últimas luces
que apagaron aquel capítulo triste de su corazón
Butulcof.
Pero no te diste por vencido ni vencida
ni árabe
ni turca
ni judía
y caminaste por sierras interminables
sin aire ni esperanza
desde ese día,
transpirando,
mascando coca,
ardiendo como arena en el desierto
seco de adjetivos
que ni Perlongher pudo,
que ni Perlongher pudo,
que hasta Pedro murió.
Ni Austria-Hungría con sus orientales
ni el lugar aquel donde ella estuvo.
Ni éste
(ni esta copia)
arrastrando un mal recuerdo pero vivo
a la huída de un recuerdo malherido
de una pérdida
que cada tanto te muerde en la garganta
y te lastima.
Te ahoga en el flujo del reflujo.
Pero no hay piel naranja
que pareciera
cubrir su rostro
todavía.
Donde las mariposas revolotean
su sonrisa
en un país
donde solo los que soportan el dolor
pueden vivir o se van
quebrados como flores
por el peso de sus hojas
las exhaustas madres
pasean a sus guaguas (a salvo ella)
con el rencor que deja el abandono,
“ese vil resplandor que esparcen las estrellas
cuando se caen del cielo y se deshacen”.
La pared de los jardines salpicada
por las gotas de paraíso tras la lluvia,
por los haces de una luz
enceguecida a deshora.
Porque ya estamos grandes
pero ves
su sombra entre los párpados de dicha.
En esas noches cansadas
de fiestas
carnavales
donde ya nadie pasa
perfume de un amante sin sol
jadeos
drapeos aromatizantes
kayak
el desvío de una nube en primavera
vista desde la ventana de una flor.
Y ella escucha la llovizna entre las chapas
y ya no confunde sueño con deseo
y se hace traer su propia voz
su caricia
su anhelo
su cara
su hija
mi deseo
y se acuestan
suavemente en la cuna
las lágrimas de virgen
que dejará libres a la intemperie
por si acaso.
De vacaciones
esperando.
Diciendo que está ahí, que está al caer,
que está por venir,
que llegó tarde,
que la perdonen,
que repartan los regalos,
(que esta vez hay para todos)
que trajo un mar
en un frasquito de vidrio
que desborda mares
Un mar
para una niña boliviana.
No para que sus ojos se conviertan
en azules
-que quizás los tenga-
sino para que le devuelvan
sus ganas de mirar.
Estaba
Estaba
por eso miraba
pero no la encontraba
y entonces soñaba
soñaba que estaba
estaba y no estaba
por eso dudaba
y entonces miraba
soñaba que estaba
en un blanco profundo
de verde hoja seca
de naranja escarcha
de azul a tu lado
de verde manzana
de gris con escamas
golpeando a la puerta
jugando en la plaza
la plaza sin lengua
sin lengua que me habla
me dice al oído
no fueron robadas
las muñecas rusas
que entonces guardaba.
Pero entonces estaba
por eso miraba
pero no la encontraba
y entonces soñaba
soñaba que estaba
estaba y no estaba
por eso dudaba
si no fuera por la pieza
apenas pintada
si no fuera por la ropa
tendida en la cama
soñaba que estaba
colgando en la soga
subiendo a la hamaca
la soga que ahoga
que tensa que rota
que rota el silencio
el silencio que llama
el miedo que estaba
que no terminaba
de soñar un sueño
que no despertaba
ni con agua en la frente
ni con bofetadas
pedir que termine
por eso miraba
las muñecas rusas
que entonces guardaba.
Pero entonces estaba
pero no la encontraba
y entonces soñaba
soñaba que estaba
estaba y no estaba
por eso dudaba
y entonces soñaba:
soñaba
soñaba
soñaba
soñaba
soñaba
soñaba
soñaba
soñaba
soñaba
…. soñaba que estaba
subiendo a la hamaca
tendida en la cama
golpeando a la puerta
un verde manzana
jugando en la plaza
sonriendo a mi ojos
que entonces miraban:
miraban
miraban
miraban
miraban
miraban
miraban
miraban
…. la pared de la pieza
la ropa colgada
las muñecas rusas
que entonces guardaba.
La vida de un pueblo
Los tules
Por qué escribo