El argumento de esta película es simple: narra la turbulenta vida del exboxeador José María Gatica, desde sus orígenes hasta su trágica muerte en 1963, atropellado por un colectivo.
En este film Favio hace un paralelismo entre la vida del pugilista y el peronismo: ambos surgen de la pobreza extrema y luego ascienden hasta límites impensados. Favio lo deja bien claro: mientras el peronismo gana, Gatica gana. El pueblo festeja y el pugilista es el payaso del circo: muestran sus excesos, su estrafalaria personalidad, sus debilidades e irresponsabilidades; luego, la montaña rusa comienza a descender: Gatica se desploma sobre la lona, el peronismo tambalea, su rostro vuelve a ser sacudido y, finalmente, ambos sufren una caída libre. De ahí en adelante el exilio para el peronismo y la prohibición de pelear para Gatica. Sale de sus tripas en su última pelea: “Viva Perón carajo”
Concluido el eco del rugido de boxeador, vuelve a sus orígenes: la pobreza, la marginalidad, el olvido. Quieren ayudarlo: hace presencias con su rival Prado en un restorán, pero no funciona: se pelea con un fan insoportable. La caída sigue: después de deambular sin rumbo, solo se aferra a un perro y sus historias pasadas. Solo, acabado, muere atropellado por un colectivo.
Esta genial película establece una licencia entre ficción y realidad que ayuda a entender mejor el peronismo. En boca de Gatica: “yo nunca me metí en política, siempre fui peronista” Esta frase, sacada de la novela de Osvaldo Soriano (la película esta dedica a él) No habrá más penas ni olvidos” echa luz en como entendía la política el boxeador: era peronista porque era pobre y Perón ayudo a los humildes, no tiene nada que ver con la ideología ni teoría; es un sentimiento innato, no una teoría racional. En esta línea podemos entender el encuentro ficticio entre Eva Perón y el pugilista: ella agonizaba y la carrera del pugilista se apagaba, se quedaba sin protector.
Gatica “El mono” se estrenó en 1993, en plena fiesta menemista y significó la vuelta al cine de Leonardo Favio. Fue también un alegato contra los valores del peronismo que Menen había redefinido bastante. Una película llena de poesía y pulso narrativo, digno de un monumental director como fue Favio.