Fragmento de Toda la voz de América en mi piel: ensayo sobre las crónicas de Pedro Lemebel de Juan Botana interpretado por María Margarita Pérez Vallejos.
Tome, le extendí la cajetilla, pensando que yo conocía dónde iba a terminar la historia, lo imaginaba. Pero no entendía por qué me lo contaba a mí, y en un lugar tan solo, tan oscuro, y con ese nerviosismo que a ratos me tenía aterrado. Siga, le pedí.
Le decía que yo estaba acostado y él se sentó en la cama y se puso a hablar de varias cosas. De lo difícil que era la vocación. Pero había que confiar en el Señor. De las tentaciones que nos acechaban siempre. Pero debíamos ser fuertes. De los problemas de la carne, sobre todo a mi edad. Pero tenía que ser célibe y puro. Fuerza hijo, me dijo de pronto apretándome el pie. Fuerza y el espíritu en calma, me repetía mientras su mano subía por mi pierna. Yo estaba tieso, no podía decir nada. No tiene que contestarme, me decía, y su mano palmoteó mi rodilla. No diga nada, ni una sola palabra. Solamente tenga fe en su corazón. Y sentí que me tocaba los genitales. Yo cerré los ojos, Tranquilo, está bien así, tranquilo, tiene que cegarse a la tentación, me decía. Yo voy a ayudarlo de esta manera, porque usted es especial para mí. Igual como yo soy de especial para usted. Será un secreto entre los dos, murmuraba metiendo los dedos bajo las sábanas hasta tocarme el pene, y lo tomó con sus dos manos y lo puso en cruz: en su frente, en sus sienes y en su boca, ahí lo besó y empezó a mamarlo hasta que eyaculé.
en “Háblame de amores” de Pedro Lemebel.
Ufff, ¿y usted no decía nada?, pregunté respirando hondo.
Él para mí era como un Cristo, entiéndame. Qué le iba a decir. Además, eran otros tiempos. Yo lo acompañaba a los campamentos, movilizábamos a la gente, hacíamos barricadas. Y él se arriesgaba a todo por nosotros, los jóvenes de izquierda,
los perseguidos. Como lo iba a denunciar […] ¿No le quedó resentimiento?
No, por nada, yo también lo pasaba bien. Lo sigo admirando y le tengo cariño. Y entiendo a las personas como él… y como usted. Sí, pero yo no soy cura, le contesté riendo. Claro que no, por eso me dio confianza. Me lo dijo de una manera extraña, mirándome entre seductor y criminal (2013:146-148).