La letra Ñ es uno de los símbolos más distintivos del idioma español.
Debemos remontarnos a la Edad Media para buscar sus primeros usos.
Fue creada hace casi mil años atrás, en el Siglo IX como abreviatura de la “doble N” del Latín para ahorrar tiempo, papel y tinta a los monjes y escribas de la península ibérica.
El Rey de Castilla y León, Alfonso X El Sabio, impulsó su uso en el Siglo XIII y se incorporó a la Real Academia Española (RAE) recién en el año 1803.
Pero dejando estos datos puntuales puedo pensarla como una letra elegante con su virgulilla característica, similar a un trazo ondulante como ola de mar o como una ceja bien perfilada.
En mi primer escolaridad recuerdo haberla llamado “N con sombrero”.
Haciendo volar mi imaginación y suponiendo que pudiera sacar la Ñ del alfabeto no podría siquiera pestañar!
Se notaría el silencio del parque vacío de niños y ningún señor pasearía a su perro.
No me podría esconder en un cañaveral como cuando era niña ni añorar los cuentos de mi abuela mientras tejía.
No existiría un mañana con planes ni sueños.
Faltaría el moño trasero en mi blanco delantal de escuela y no pasaría exámenes tediosos mordiendo mis uñas.
Los años serían momentos innombrables y los leños no serían parte del ritual de prender una fogata.
Los ciclistas no llevarían caramañolas en sus bicicletas y no escalarían hasta un puerto de montaña.
Sería un caos el tránsito pues no habría carteles con señales y nos faltaría la melancolía del otoño cuando caen las hojas.
Algunas ciudades argentinas tendrían otros nombres, como Cañuelas o Villa Cañás.
Pensándolo así, definitivamente sin la Ñ estaría viviendo en un mundo distinto, mejor la dejo!…
Mónica Petrillo
Miembro Red de Artistas Únete (ONU en ALC)
Premio Borges, Gaviota de Plata y Cumbre.
80 antologías en Argentina y España.
2 libros propios editados por la Biblioteca de las Grandes Naciones.
Escritora, músico y compositora argentina.
