El sentimiento de soledad en la cultura actual

El sentimiento de soledad en la cultura actual

Cómo se tramita en estos tiempos la experiencia de estar solo

La experiencia de la soledad es un deseo de alejarse del otro o un temor que remite a una vivencia de desamparo, pero es también una capacidad, la de poder estar solo.

El dilema del erizo: cuando los erizos tenían frío buscaron la proximidad de otros erizos, pero al acercarse demasiado, sus púas los pinchaban, así fueron buscando la distancia óptima. 

                                                                                                      Schopenhauer

Un niño, temeroso por la luz apagada en su habitación, le pide a su tía que le hable; esta le dice que igual no va a poder verla. El niño responde, hay más luz cuando me hablas.

Puedo estar solo sin estar aislado y estar aislado sin estar solo. 

                                                                                                 H. Arendt 

El término soledad deriva del latín ‘solitas’, que significa la cualidad de estar sin nadie más. Como toda palabra, su significación y resonancia emocional va a depender de cada sujeto y del momento y el contexto en que la exprese. Estar ‘solo’ puede ligarse a una tristeza profunda, dolorosa o a cierto alivio ante una situación opresiva. También a una experiencia placentera, que permite la reflexión y la creación.

La experiencia del análisis permitirá la elaboración singular del sentimiento de soledad cuando este aparezca generando un interrogante a quien nos consulta. Un primer punto a lograr es el paso de la queja y de la victimización a la implicación subjetiva. Es decir, qué parte tengo en el malestar del cual me quejo.

En la cultura actual, pese a la facilitación enorme de los contactos a través de las redes sociales y los miles de amigos de Facebook e Instagram que cada uno pueda tener, el sentimiento de soledad no decae, al contrario. La soledad está mal vista. El sujeto queda aturdido por la música, la sobreinformación y la hiperactividad.

Con interacciones múltiples y superficiales, que muy frecuentemente esquivan al cuerpo, no se logra un encuentro satisfactorio con el otro. Priman la decepción y la rápida sustitución, la pérdida de brillo es vertiginosa.

En tiempos de idealización de la autonomía y la autorrealización con infatuación del yo, predomina un imperativo de goce autista, autoerótico, lo que explica el auge de la pornografía y de sitios como only fans.

Los objetos tecnológicos parecen brindar la ilusión de una satisfacción plena, todo pasa a ser objeto de consumo, las personas, objetalizadas también. Correlativamente pierden valor las cosas del amor, el imperativo de felicidad se transforma en una voz que siempre exige más, parece no haber límites. Impossible is nothing, rezaba una publicidad de Nike.

Una joven nos consulta con una pregunta, ¿cómo llegué a ese punto? Tras muchas horas de música electrónica, sola en la multitud del rave, sostiene su danza con éxtasis, alguien le ofrece ketamina y tras aceptar, cae en coma.

Nacemos todos prematuros, necesitamos del otro. No solo de la dependencia de alimento sino de la necesidad de causar el deseo de algún otro como lo ejemplifica el hospitalismo; la provisión de alimento no es suficiente para sobrevivir. Necesitamos ser deseados y nombrados para vivir.

El grito es un llamado al otro, ese otro significativo puede responder o no.

Es muy diferente la experiencia de la soledad ante una pérdida cuando se ha tenido un lugar en el otro de cuando ello no ocurrió. En la primera se puede evocar un sentimiento de abandono, desamparo, con una posibilidad de elaboración diferente del duelo de la que tiene aquel que no tuvo ese lugar. Desafío del analista ante la vivencia catastrófica, abismal, nadificante en la cual a veces solo el deseo del analista puede sostener al sujeto ante el riesgo de una actuación suicida.

Dijimos que es fundamental tener un lugar en el otro significativo, pero el riesgo es quedar capturado allí.

La experiencia de la soledad no solo es un deseo de alejarse del otro o un temor que nos remite a una vivencia de desamparo, es también una capacidad: la de poder estar solo.

Winnicott, psicoanalista inglés, lo plantea de este modo como capacidad para estar a solas; estar solo en presencia de la madre. Capacidad vinculada con la posibilidad de que se instale una exclusión, un corte que habilite sustituciones y la apertura a un mundo deseante más allá del deseo de la madre ‘cocodrilo’. Asistimos frecuentemente a relatos de colecho prolongado que dan cuenta de la dificultad de corte y de habilitación para el niño de un espacio propio donde pueda disfrutar y sostener su soledad. Es común la simetrización de los padres con los hijos, no se instala un no habilitante y frecuentemente quedan entregados a la captura gozosa y desubjetivante de una pantalla.

La experiencia de un análisis implica la posibilidad de estar solo con el analista y encontrarse con lo diferente, aquello inconsciente que habita en mí y me lleva a repetir dolores y sufrimientos, a penar de más para tener alguna satisfacción, a postergar mis deseos por temor a las consecuencias, a quedarme solo.

Como dijo el filosofo francés Etienne Gilson, la vida es una sucesión de duelos.

Desde la pérdida del objeto natural ya que estamos parasitados por el lenguaje, lo que siempre nos deja con un resto de insatisfacción, hasta la pérdida de la ilusión amorosa donde el otro podría completar aquello que nos falta. Pero el psicoanálisis nos enseña que existe una dimensión del amor más allá de la ilusión de que dos sean uno. Dimensión amorosa que soporte y aun ame las diferencias y la falta del otro en un mundo que pretende taponar la falta y las pérdidas.

Si soporto la falta de unidad conmigo mismo, la alteridad que me habita, es posible que me aleje del rechazo a la diferencia con el otro, fuente de muchos desencuentros. Rechazo radical, a lo hétero, a lo diferente, que puede dar cuenta de muchos femicidios, fenómenos de segregación y hasta asesinatos en masa.

El recorrido de un análisis puede permitir el pasaje de la loneliness, soledad ligada al desamparo y al dolor, a la solitude, la soledad elegida que no implica aislamiento ni exclusión del otro. Y la posibilidad de aceptar un encuentro contingente con el otro, que pueda darse o no y reconocer que la distancia óptima que planteaba Schopenhauer, siempre tiene un punto de falla.

Experiencia que permite la circulación del deseo ante la prevención del acercamiento, la rumiación que siempre posterga el deseo o la insatisfacción neurótica. Modalidades de las neurosis que muchas veces se presentan ante el analista con la queja de la soledad como baluarte.

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