Javier Milei, el presidente adolescente. Por Juan Botana

Javier Milei, el presidente adolescente. Por Juan Botana

Javier Milei tiene 53 años, pero se comporta como si tuviera 16. Es el presidente de los argentinos. No se casó, no tiene novia, no tiene hijos, ama a sus perros, no respeta las reglas y es antisocial.

La primera teoría compleja que leyó piensa que es la única. El mundo cambio, pero se empecina en seguir un liberalismo económico sin concentración de capitales y Estado. Analiza todo con variables económicas y se enoja con los que no piensan como él.

Se lleva bien con la hermana y mal con los padres. Estudió economía en una facultad privada que le pagaron los papás. Admira a poderosos y millonarios como Elon Musk y Donald Trump. Tiene pegadas en su pieza la bandera de Estados Unidos y un poster de los Rolling Stone.

Mira películas de “Conan, el bárbaro”, y habla con su perro muerto al que le puso ese nombre. Cree que sus ojos celestes y su piel blanca lo hacen superior.

No se peina o se bate el pelo con brushing para disimular las entradas. Está teñido. No le gusta su papada y le cuesta bajar de peso. Canta más o menos, pero se empecina en hacerlo. Desprecia a los pobres y a quienes considera de izquierda, a los que llama “zurdos”.

Está obsesionado por el déficit fiscal al punto de mentirlo para que le den los números, transfiriendo fondos a otros organismos, tomando deuda a cambio de bonos y dejando de pagar partidas destinadas a salud, educación, ambiente, provincias, subsidios y ayuda social.

Por 5 casos de corrupción de 35.000 comedores comunitarios fue capaz de dejar de mandar comida a todos los demás, dejando que se pudra en depósitos. Cree que el reclamo salarial de Misiones es un tema de la provincia y que las inundaciones en Concordia es un problema del inundado en particular.

Ni bien asumió como presidente generó más inflación, bajó salarios y jubilaciones, dejó gente sin trabajo y produjo una recesión brutal.

Lleva adelante un ajuste económico que empuja a millones a la pobreza. Dice ser liberal, pero mantiene el cepo cambiario, el impuesto al valor agregado y el impuesto país. Quiere volver a poner el impuesto a las ganancias, dolarizar la economía y abrir la importación en detrimento de la industria nacional.  

Rechaza a la clase política por considerarla “la casta”, pero no así a grupos empresarios que están enquistados en el poder hace años y tienen negocios con el Estado mucho antes que los políticos y que él. No cree en la soberanía ni en la democracia y si en el capital transnacional.

Su idea de libertad prendió en una población que se sintió encerrada por la pandemia y que encontró en la clase política la culpable de todos los males. Rechaza al Congreso y gobierna por DNU.

Es demasiado petiso para haber sido arquero de fútbol. Va a encuentros de ultra derecha en el mundo donde lo reciben como una celebridad y le dejan decir cualquier cosa contra propios y ajenos.

Creía en el dios cristiano y ahora en el judío y está convencido que es el mesías de los dos. Toma pastillas. Ya tiene asignada cada empresa a la que le va a dar áreas esenciales del país como petróleo, aerolíneas, tierras, telecomunicaciones, mares, litio, etc.

No tiene plan, excepto privatizar y ser agresivo. Sueña ser como Menem y se dejó las patillas como él. Se auto-percibe libertario y en vez de que su libertad termine donde empieza la de los demás, exacerba la libertad individual.

Cuando todos creían que al kirchenismo se lo sacaba con una opción política más pacífica fue al golpe por golpe y ganó. Discute problemas endémicos de la Argentina, como la inflación, inseguridad, dictadura militar, aborto, desaparecidos, planes sociales, Malvinas, narcotráfico, creyendo tener la verdad.

Supo captar el voto patriarcal, machista, fascista, reaccionario, que estaba en la sociedad reprimido por el discurso de los derechos humanos, el empoderamiento de las mujeres y disidencias, y el relato y aciertos del gobierno nacional y popular; pero que dejó de ser marginal.

Algunas creen que es honesto y espontáneo en lo que hace. Se la pasa en las redes sociales y en especial en twitter. Grita cuando no le dan la razón y es muy probable que esté loco. Estamos en manos de su psiquiatra. El mayor problema no es que sea adolescente, sino las políticas que piensa aplicar.

*Puede definirse la semblanza como la descripción física y/o psicológica de un individuo, acompañada de algunos datos biográficos. Por ejemplo, “Raúl Madaggri tiene 95 años, pero la mirada joven”.

*Juan Botana es escritor y licenciado en comunicación. Autor de los libros “Sin ojos que los miren”, “Amores truncos”, “Recovecos” y “Toda la voz de América en mi piel”.

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