El pensamiento feminista en la obra de Gabriela Mistral

El pensamiento feminista en la obra de Gabriela Mistral

En la primera mitad del siglo XX, la sociedad chilena en particular y las sociedades latinoamericanas en general, tenían estrictas normas sociales reunidas bajo una perspectiva absolutamente patriarcal, en la que la mujer era desplazada a un segundo plano y prácticamente excluida de toda actividad que no fuese doméstica. La mujer carecía de derechos frente al hombre y lo que resultaba transgresor o amoral en una, era perfectamente tolerado en otro. No obstante, desde la literatura, hubo voces que se levantaron y dieron los primeros pasos de lo que sería el pensamiento feminista en el mundo de las letras. Voces como las de Alfonsina Storni, Juana Ibarbourou y Gabriela Mistral sentaron las bases de un profundo cambio en la literatura latinoamericana que no se veía desde Sor Juana Inés de la Cruz.

Génesis de una escritora

Lucila Godoy Alcayaga, tal el nombre real de Gabriela Mistral, nació un 7 de abril de 1887 en la región de Coquimbo, en Chile. Se crió en el seno de una familia modesta en un ámbito rural y fue abandonada por su padre alrededor de los tres años. Esta situación familiar generó aún más dificultades económicas, motivo por el cual Mistral no pudo acceder a estudios superiores, pero logró ejercer como docente, luego de convalidar sus conocimientos adquiridos de forma no convencional. Estos antecedentes hicieron que se encontrara frente a la hostilidad de sus compañeros, que sí contaban con formación académica.

A partir de este momento se intensificaría un discurso que la acompañaría a lo largo de su vida y se haría cada vez más fuerte: la educación pública y abierta a las mujeres para que tengan las mismas oportunidades que los hombres.

No obstante, hablar de un pensamiento feminista en la obra de Gabriela Mistral es ciertamente algo más complejo. Mistral comienza a escribir a muy temprana edad, y sus primeras publicaciones recibieron críticas muy duras. No hay que olvidar que, en aquel momento histórico, la mujer estaba invisibilizada y marginada culturalmente.

Pese al clima hostil al que se enfrentaba, prosiguió expresando sus ideas, planteando, sin matices, la necesidad de darle a la mujer los mismos derechos del hombre, al menos en el plano de la educación. Trabaja sin descanso, hasta que, en 1932, se convierte en la primera mujer en obtener un cargo consular. Así comienzan a despuntar los primeros indicios de un accionar feminista y una profunda y aguda complejidad en su prosa y su poesía.

La lucha por la igualdad: la educación de la mujer

Gabriela Mistral nunca fue la adolorida mujer de sus poesías, sino una intelectual con un vigoroso
pensamiento social, volcado sobre todo en dar oportunidades a los más humildes. En su concepción de la sociedad, las mujeres eran, sin duda, uno de los grupos más vulnerables. Excluidas de los claustros académicos y de las decisiones políticas (pues no tenían tampoco derecho al voto) eran, sin embargo, llamadas a colaborar en el crecimiento económico del país a través de su trabajo en fábricas y talleres, pero bajo condiciones de absoluta diferencia con los hombres.

Con salarios bajos, malas condiciones laborales y sin que se atendiera a ninguno de sus reclamos, las mujeres estaban en la línea de la marginalidad. Mistral lo sabía, y sabía también que la semilla del cambio para esa vida era el acceso a la educación. Su pensamiento sobre la mujer gira en torno a tres tópicos esenciales: libertad, autonomía y emancipación y su discurso se vuelve beligerante.

Desde los anales de la historia el patriarcado ha impuesto a la mujer el deber de la maternidad y ha construido el mito de que para ser una buena madre se debe renunciar a todo y dedicarse al hogar. Aunque muchos han visto en Mistral una postura conservadora, la realidad es que, si se observa con detenimiento, esa postura tiene una doble lectura. Mistral insiste en la importancia del hogar y la familia y el deber de la mujer como educadora, pero con la mirada puesta en la capacidad de la mujer de enseñar a las nuevas generaciones una nueva forma de pensamiento. En la mayoría de sus escritos, la maternidad es determinante para la formación de la mujer nueva.

Feminismo: Prosa, poesía y pensamiento

Cuando se lee por primera vez la poesía de Gabriela Mistral, es difícil asociar su obra a una concepción feminista. Y, de hecho, nadie podría considerar a Mistral como parte de ese colectivo, en términos del feminismo contemporáneo. Sin embargo, Mistral fue capaz de quebrar la tradición conservadora, quizá no tanto desde su poesía, pero sí desde su prosa que reflejaba más claramente su pensamiento.

Mistral tenía una personalidad transgresora. Nunca se casó, haciendo caso omiso de lo que marcaba la norma social, eligió dedicarse a la escritura de manera profesional y vivió sin protección masculina.

Admiradora de José Martí, por su profundidad de pensamiento y por sus escritos que son un antecedente valioso del modernismo, Mistral llegó incluso a viajar a países que habían sufrido revoluciones para participar activamente en la construcción de un pensamiento poscolonial.

De todo ello, surge una prosa ensayística con una importante carga estética. Mistral escribe desde lo racional y va desplegando conceptos mientras busca allegarse a su lector.

Se expresa sobre la literatura escrita por mujeres y hace críticas tajantes al respecto. Sostiene que han desprestigiado a la mujer, se la ha asociado a la falta de ideas, al sentimentalismo y a la incorrección gramatical y arremete nuevamente contra los grupos más conservadores haciendo un llamado a la sociedad para que apoye la educación femenina.

Ahora bien, intentar transitar las complejidades de su poesía es penetrar en un mundo profundo y
multiforme. La creación poética de Mistral no es sólo expresión, sino multiplicidad.

Tal y como señala Cora Santandreu es un “estampido de la sangre y del color, de la evidencia de sus percepciones sensibles y ultrasensibles, del tono de suave o recia musicalidad, del sentimiento, de la ternura, de la pasión, de la pasión erótica, de la pasión atormentada, del misticismo, de la mansa serenidad.”

Siguiendo esta línea de pensamiento, se puede establecer que sus versos son por momentos oscuros, aparecen en ellos las imágenes de la carne lacerada, el desgarro, el desgajamiento, la sangre, el fuego, el polvo, las cenizas, el alba o la noche, el tormento y el miedo. Su palabra sobrepasa los límites y establece una suerte de impresionismo que supera las fórmulas de uso corriente. Hay metáforas y evocaciones, descripciones de imágenes a veces abstractas a veces perturbadoras, a veces místicas, como cuando describe paisajes en consonancia con los estados del alma, tal y como hacía Garcilaso.

En este estilo particular también Mistral rompe con los cánones establecidos, aquí, aunque los temas que toca se ajustan a la norma, su estilo poético la sobrepasa. Y es esta voz poética, este estilo desconocido el que la hace merecedora, en 1945, del Premio Nobel de Literatura.

La figura de Gabriela Mistral resulta controversial. Su posición es, en apariencia, la más tradicional,
pero a la vez, su discurso es el que contiene la crítica más directa al sistema. Mistral no solo rompe las normas, sino que se atreve a denunciar la discriminación de la mujer en la literatura, revelando una conciencia feminista que marcaría el camino para las generaciones de escritoras posteriores.

La obra de Gabriela Mistral, es sin lugar a dudas, un apasionante objeto de estudio. A lo largo de su vida, su genio creativo permitió que reflejara en su trabajo una gran sensibilidad artística mezclada con matices de pensamiento racional, a la vez que transmitió su postura frente a las restricciones impuestas a las mujeres por la sociedad de aquel momento. Defendió su educación y abogó por sus derechos, y lo hizo desde un feminismo constructivo, sin menospreciar al hombre, sin agraviar el instinto natural de la maternidad y sin desechar los valores de la familia como institución.

Aunque es difícil pensar a Mistral como una feminista contemporánea, es, tal vez, una de las mujeres más transgresoras. Su mayor rebeldía ha sido elevar su voz al mundo a través de su pluma. Su voz de mujer, su voz de latinoamericana.

Lorena De Simone

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