El odio a las mariposas: Violencia política contra las mujeres y discursos de odio. Por Mariana Rulli

El odio a las mariposas: Violencia política contra las mujeres y discursos de odio. Por Mariana Rulli

El 25 de noviembre de 1960, en la República Dominicana, las fuerzas represivas de la dictadura de Trujillo asesinaron a tres mujeres: las hermanas Mirabal, conocidas como “Las Mariposas”. Minerva, Patria y María Teresa Mirabal eran tres activistas dominicanas que fueron condenadas, encarceladas, violadas, torturadas y, luego de haber sido liberadas, fueron apaleadas hasta morir. Desde el año 2000, todos los 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en memoria de “Las mariposas”, las hermanas Mirabal. Más de cuarenta años después, el atentado
contra la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner el 1o de septiembre de 2022, no ha sido un hecho aislado ni novedoso.
Tampoco ha sido solo contra ella. Es un hecho que forma parte de la sistemática violencia contra las mujeres –en particular, la violencia política y los discursos de odio– de diversos colores políticos que dedican su vida a la acción política.

Según Mona Krook, la violencia política contra las mujeres es considerada como un contragolpe debido al aumento de la participación en la vida pública y la toma de decisiones de las mujeres desde la década de los noventa –con las sanciones de leyes de acción afirmativa en todo el mundo– hasta la actualidad. A mayor cantidad de mujeres en la vida política, se intensifica la respuesta violenta por considerar que se ha “sobrepasado” el cupo femenino tolerable en un espacio considerado del dominio masculino. Mona Krook y Juliana Restrepo Sanin también han señalado en 2016 que cuando las mujeres políticas son atacadas por sus ideas políticas no implica un caso de violencia política contra las mujeres, sino la manera de atacarlas mediante el uso de estereotipos de género, concentrando las agresiones en sus cuerpos, roles sociales (como madres y esposas), erosionando su competencia y participación en la política. Es así como la violencia política por razones de género se vincula con los delitos de odio; una de las manifestaciones de este tipo de violencia son los discursos de odio contra las mujeres y personas LGTBI. A continuación, se presentan casos y argumentos que dan cuenta de la relación intrínseca entre la violencia política por razones de género y los discursos de odio contra las mujeres.

El flagelo de la violencia política contra las mujeres es global, algunos casos de los últimos años en la región nos estremecen. En Brasil, en 2018, fue asesinada Marielle Franco, socióloga feminista, militante de derechos humanos y concejala de Río de Janeiro. Las frases de Jair Bolsonaro son ejemplo del odio, la violencia y la discriminación por razones de género: durante una sesión del Congreso le dijo a una diputada del Partido de los Trabajadores (PT), Maria do Rosário: “No te voy a violar porque no te lo mereces”. También declaró que no sería capaz de amar a un hijo homosexual y que prefería que “muera en un accidente a que aparezca con un hombre con bigote por ahí”.

En Colombia, en 2018 asesinaron a la dirigente ambientalista Yolanda Maturana, en 2019 a la referente Yamile Guerra. En México, en 2004, Elisa Zepeda Lagunas (diputada local y activista de los derechos humanos) fue atacada a golpes junto a su familia. En 2021, durante el proceso electoral en México, 35 candidatos y candidatas fueron asesinados, de los cuales 21 eran mujeres candidatas. En Bolivia, el caso de la concejala aimara, Juana Quispe, de 42 años, asesinada en La Paz. Su femicidio impulsó la promulgación de la ley 243 Contra el Acoso y la Violencia Política en 2012, una de las pioneras en la región. Juana Quispe había sufrido y denunciado insultos, amenazas y acoso. En septiembre de 2011 manifestaba: “No me he rendido, tomé fuerzas y dije no voy a hacerlo (renunciar), si es posible mátenme, estoy dispuesta a morir”, al denunciar el acoso que sufrió desde que fue elegida concejala. Fue asesinada unos meses después de esas declaraciones, su femicidio continua impune.

La violencia política por razones de género está presente todos los días, enquistada en nuestras vidas cotidianas, aunque casi invisible: en los comités, unidades básicas y locales de los partidos políticos; en los gremios, sindicatos, los movimientos sociales y agrupaciones; en las cámaras empresarias y en los espacios de gobierno de nuestras universidades y los centros de estudiantes; en los medios de comunicación y las redes sociales. Los discursos de odio contra las mujeres están presentes desde los insultos hacia Evita, hasta “anda a lavar los platos”, “anda a cuidar bien a tus hijos”, “las carteras caras que usas” o los cuestionamientos por la apariencia física o la vida
personal. No dejarnos hablar, interrumpirnos, explicarnos las cosas, son todas manifestaciones de la violencia y discriminación contra las mujeres que “rompen” los estereotipos culturales y avanzan en la participación política.

Estas violencias son naturalizadas y, en consecuencia, son difíciles de identificar incluso por las mujeres que las sufren. Según un estudio realizado por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) en 2018, el 73 % de las mujeres políticas encuestadas afirmó inicialmente haber sufrido violencia política por razones de género, pero luego, al preguntarles específicamente por acciones concretas, el porcentaje aumentó al 82 %.
Por otra parte, según un monitoreo en redes sociales realizado por el Observatorio de Género y Equidad Parlamentaria de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación en julio de 2022, hay consenso de que las redes sociales son propicias para el ejercicio de la violencia política y permiten amplificar el fenómeno. El monitoreo realizado durante la campaña electoral de 2021 (entre octubre y noviembre) compila ejemplos de expresiones de violencia política por razones de género, entre los que se encuentran frases como: “que paja que no legalizaron el aborto el día que naciste”; “Alguien que la meta en un baúl de un falcón por favor”; “esa cirugía mal echa esta
pagada con toda nuestra plata”; “Vale DePUTAda”; “Esta no sirve para nada porque es soltera”; “Loca divorciada” (sic). En la región, se han logrado avances y disponemos de marco un normativo tanto a nivel nacional como internacional: la Ley Modelo Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en la Vida Política (2016), que establece que la violencia
política por razones de género es “toda acción, conducta u omisión realizada de forma directa o a través de terceros que, basada en su género, cause daño o sufrimiento a una o varias mujeres y que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos”. También la Recomendación Nro. 23 del Comité de la CEDAW, que señala a la vida pública y política, en sentido amplio, como el ejercicio del poder político en los distintos poderes del Estado (en todos los niveles), incluyendo también la sociedad civil, los partidos políticos, sindicatos, asociaciones profesionales, organizaciones comunitarias, entre otras. Y, en Argentina, desde 2019, se ha incluido en la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales (Ley 26.485) como tipos de violencia a la violencia política. Recientemente, el Compromiso Buenos Aires, aprobado en la última Conferencia Regional de la Mujer, insta a continuar promoviendo y fortaleciendo “la efectiva protección de los derechos de todas las mujeres defensoras de derechos humanos, en particular las que se dedican a cuestiones relacionadas con el medio ambiente, la tierra, el territorio y los recursos naturales, y adoptar medidas (…) a fin de prevenir todas las formas de discriminación y violencia contra esas defensoras y combatir la impunidad adoptando medidas para la investigación de las violaciones de los derechos humanos cometidas contra ellas y garantizar su acceso a la justicia”.
Antes de morir, Minerva Mirabal exclamó “¡Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte!”. Las alas de las mariposas, sus brazos, continúan dándonos fuerza para avanzar en la transformación cultural necesaria para alcanzar la erradicación de las violencias por razones de género.

En “Mil palabras para entender los discursos de odio” https://www.editoresdelsur.com/publicaciones-digitales/

Mariana Rulli es miembro del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Derechos, Inclusión y Sociedad (CIEDIS) y docente de la Universidad Nacional de Río Negro

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