El juego del fastidio. Por Nata

El juego del fastidio. Por Nata

El presente escrito corresponde a un “relato” breve que desea ver la luz en forma de libro “Volver a cruzar el Río”.

—¿Me amás? Preguntó.

—¡Con locura! Esa fue mi respuesta inmediata, sin titubear y pura certeza.

—Pero mirá que… Vos ya estabas loco antes de que yo te conociera. Digo por si me querés culpar de eso después…

—Te voy a decir una sola cosa. A continuación guardé silencio y dejé pasar un puñado del tiempo, sabiendo que sería comida por sus ansias.

—¡Y…! ¡Dale, decime…!

—¡Mmm! Ahora, no sé si decirlo…

—¡Daleee! Me apresuró, con un tono amenazante, ese que no da miedo a nadie.

—Bueno… “Una sola cosa…” 

—¡Ah, pero qué gracioso que sos…!

***

Nuevamente, entre nosotros, lector despreciable (si es que es digno de despreciar). Lo confieso con una tristeza en duelo. La verdad, es que ella tenía razón: 

Siempre fui loco, 

además tengo la fe estropeada 

y el corazón hecho miedo

Pero aún así, 

esto jamás fué un impedimento 

para enamorarme y hacerlo con locura. 

Lo que me derrota, 

aquello que puede conmigo,

siempre fueron mis sobradas dudas, 

miedos que se enraízan 

en inseguridades personales 

y constantes. 

Debo confesar que ante la mueca de felicidad, el espejo presenta el ceño de la sospecha: 

¿Es justa esa sensación?

Sentirse tan pleno 

por la compañía de una mujer, 

sabiendo que cuando me encontré solo, 

ese sentir no coincidía con mi realidad. 

¿Era merecedor, por tanto, 

de ese instante de felicidad?

No tengo respuesta.

¿A quién le puedo mentir ya?

En aquel entonces era muy feliz. 

Tengo un río de testigo 

que saldría en mi defensa. 

En sus orillas dejé 

por cicatriz nuestros nombres.

Y no es por exagerar, 

pero ese mismo río la vió desvestirse 

y le dió la espalda al atardecer

(No había paisaje más excelso 

que su desnudez).

Lector, si quiere puede sospechar que no fui feliz… Pero respóndame ¿Cómo se levanta la cabeza en soledad? ¿Cómo transmitir con “justicia literaria” que en su compañía, al menos, era un poco menos infeliz y roto? Cuando lea éstas palabras, respire profundo y dígame si mi vida está conmigo o se fue tras ella. Sinceramente, yo no lo sé.

***

—Mi amor, quizás siempre estuve loco ¿Y? ¿Quién que me conozca te va a discutir eso? Yo voy a ser el loco que agradezca tu existencia siempre… Pero, respondeme ¿Cuántos locos viste con tanta fortuna a su lado…? Me clavó el brillo de sus ojos y como pocas veces me sentí hermoso… —No vamos a decir… ¡Qué bruto! ¡Qué fortuna ese loco! Pero fortuna al fin… me reí casi llorando.

—¡Ya la cagaste! ¡Venías tan bien! Hasta parecías tierno por un momento.

A pesar de querer sostener la seriedad acabó por reírse en mi dirección, se pegó a mí y me abrazó fuertísimo. Mi expresión y forma de decirlo, no habían sido tan certeras para el momento, pero guardaban el misterio del amor.

A partir de esa lógica cariñosa, se desató una forma divertida de pelear, que a posterior como acto de complicidad de nuestra ternura, le llamaríamos “el juego del fastidio”. Cada tanto retornaba en otros espacios y circunstancias de la rutina, pero con otros matices.

—Mi amor… Hablando de fortuna ¿Te imaginás si pagarán por tener una novia cachetona?

—¡Faaa! Y si pagarán por tener un novio que diga boludeces…

—¡Y si pagarán por caminar chueco, así…! Me levanté, sacudí la arena y comencé hacer la mímica de como caminaba. 

—¡Ah! ¿Y si pagarán por tener un novio pesado como un pez borcego?

—¿Y si me amas cachetoncita?

—¿Y si es por siempre? Esa fue su última pregunta.

—No, por siempre no… Mi respuesta fue intuitiva. Mi cabeza tenía algo planeado sin mí, en algún momento había aprendido algo sobre la tiranía de aquello que pretende ser eterno… —Por hoy me alcanza, que el amor sea sin revanchas, sin culpas, sin obligaciones, sin dolores, sin esperas. Así, si alguna vez te vas o si el que tiene que irse soy yo, podré escribir que me amaste y que también estabas loca y no podría culparte de nada, más que de mis horas más felices.

***

Lector…

“El juego del fastidio” ya no existe. Solamente podía ser entre dos jugadores únicos. Piezas que no se podían reemplazar en el tablero y una abandonó la mesa de las apuestas. Ésta es la forma menos dolorosa que encontré para decir que ya no estamos juntos. 

Lector…

Éramos tan afortunados… No entendíamos nada de río, ni de pesca o de azar.  Tan jóvenes y ricos y no lo sabíamos… Podríamos haber apostado un poco más al diálogo, haber cambiado la ficha del orgullo por la de la escucha, pero bueno, simplemente no fue así. No supimos ser vulnerables.

***

Quiero parar… este martirio de mi vida, bajarme y descansar de este mal-decir o mal-obrar. 

Lo digo en tono personal, fueron muchas veces las que me reproché  y vuelvo a escribir otra historia que habla de Vós. Sigo acumulando versos como cadáveres

Aún no quiero cansarme 

de estar conmigo.

No tengo a nadie más 

que este reflejo de mí en el río 

y tampoco sé a dónde ir.

 Siempre tuve ¡la puta razón! 

¡la puta verdad! 

Pero un día “la puta” se fue… 

Me quedó la razón y la verdad, 

pero sin Vós, 

eso para mí es como no tener nada. 

Me comenzaste a faltar,

los versos se volvieron 

momentos de penitencia

y los espacios son todos vacíos.

Suplico tregua en mi dirección, 

no quiero seguir con ganas de morir,

de recordar lo inolvidable, 

in-re-vivible.

***

Mi respuesta fue racional para un momento de ternura, pero entendió que había un torpe intento de cuidado y sonrió un tanto sería.

—Amor, te puedo decir algo más… Si alguna vez me preguntan: ¿Qué es la fortuna? Yo revelaría tu Nombre. Hablaría de tu paso por mi vida. 

Autor: Natanael Hildt (Instagram: @Salir.de.esa)

Written by:

3.054 Posts

View All Posts
Follow Me :

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *