La leña encendida, un caserón vacío , allá por los treinta.
Todo huele a tango; milonga. Caruso tocando en la vitrola, porque hoy así lo quiso.
Se fumó un cigarrillo acomodando su cuerpo cerca de la ventana.
La soledad apesta, entierra, desgana.
Pero, que iba a hacer? Si ella -a la que tanto amaba- lo dejó de querer.
Iba tomando el tranvía cuando la vio.
Estaba bien acompañada, entonces perdió la razón.
Sabía que no era “cosa de hombres” faltarle el respeto a una mujer.
Esa noche parado dónde está ahora, sonando un tango de Gardel, le cortó la cabeza, haciendo alusión a la canción.
No tuvo ganas de oír explicación.
Sólo recuerda lo que hizo la situación y el viejo caserón.
Está colgado al techo de la cárcel, por no aguantar el dolor. El pecado más grande fue nunca sentir amor.