El carpintero (modernidad). Por Mónica Sandra Míguez

El carpintero (modernidad). Por Mónica Sandra Míguez

El oficio de carpintero es el más antiguo del mundo, pudiendo remontarnos desde los tiempos bíblicos donde José, padre adoptivo de Jesús, trabajaba en la carpintería, hasta en la literatura infantil, allá por el año 1882, donde tuvo protagonismo con Gepetto, el  carpintero creador de Pinocho, un muñeco de madera con corazón.

A partir de la Revolución Industrial, la habilidad manual y el ingenio del artesano fueron disminuyendo dando paso al trabajo mecanizado: la tecnología de avanzada.

En una vieja casona de Mercedes, provincia de Buenos Aires, se reúne la familia Velázquez como todos los años para festejar el cumpleaños del abuelo, Don José, un carpintero que ha llevado con orgullo el taller de la calle Olazábal, construido a todo pulmón con la habilidad manual e ingenio de un artesano.  Este año, el número 90 del abuelo, agregaría un plus de emociones; su nieto Antonio, quien heredó el mismo oficio, viajaría a Ecuador por trabajo.

En la mesa familiar se dieron cita tres generaciones de carpinteros. El menor de ellas comenzó anunciando la beca recibida para ir a la ciudad ecuatoriana Chimborazo, para trabajar en la Industria maderera Buenaño, de gran infraestructura tecnológica.  Con los ojos brillantes de alegría,  el joven de 27 años mirando a su abuelo dijo:

  • No sabés lo que son esas máquinas, hay un sistema de medición por laser para cortar la madera, no más esfuerzos inútiles, abuelo.  Sensores inteligentes, fresadoras eléctricas, todo un tablero de mando donde sólo tenés que pulsar un botón para que realice la función que necesitás.  Ciencia y tecnología de punta, abu, para producir más en menor tiempo. Todo allí está automatizado, es increíble. Y para rematar el slogan: MADERERA BUENAñO, SIEMPRE PIENSA EN GRANDE TOCANDO MADERA.

Los padres de Antonio estaban orgullosos de su hijo, después de escucharlo su madre se levantó de la mesa y lo abrazó con lágrimas en los ojos.

El abuelo que ante la palabra tecnología había adquirido un tono colorado en su rostro, de bronca, de impotencia, interrumpió el entusiasmo de su nieto:

  •  Antonio no podés comparar.  Las máquinas producirán más pero la calidad no es la misma. En la fábrica no vas a sentir el olor a la madera, ni habrá retazos de cajonera  esperando ser articuladas en el piso; faltarán el aserrín y la viruta para bailar con la escoba mientras la radio acompaña con un tanguito.  No Antonio, no es lo mismo la fábrica que el taller.
  • Te cuento, abu – prosiguió – me capacité para leer planos, diseño, me especialicé en  informática  y trabajaré con ingenieros que manejan robots para las tareas peligrosas para el hombre. Abuelo, esto es fabricación masiva, reducción de costos, menor tiempo y mayores ganancias, exportación a países del mundo. Ya verás abuelo cuando te envíe videos de cómo se trabaja allí.

Don José, sintió como una puñalada en la espalda al oír a su nieto maravillado con la modernidad; creyó entrever cierto desprecio por su oficio. Su amor propio lo llevó a defender aquello que años atrás lo habían convertido en el mejor carpintero de la ciudad:

  • Qué sabés vos del oficio, chaval?  Levantarse todas las mañanas para ir al taller, ponerse contento el  delantal azul y sentarse en ese banco pegado al piso, frente  al tajante martillo, al inquieto serrucho, al formón, al cepillo de mano, a la gubia, al taladro, a la garlopa, a los tornillos, todos ellos esperando allí para dialogar con la madera.  Y vos me hablás de esfuerzos inútiles… qué sabés!!
  • Este oficio me llevó a construir la casa donde viví con la abuela y donde nació tu padre y mi primer regalo cuando naciste fue la cuna de pino hecha con estas manos – hizo una pausa, secó sus ojos llorosos y haciendo un ademán a su hijo que se había levantado para asistirlo, prosiguió.-
  • En la fábrica serás un obrero y cobrarás un buen sueldo, pero nunca llegarás a ser el dueño de lo que producirás; ni siquiera verás el producto final.  Esa es la gran diferencia que marca lo moderno.   Fui dueño de los diseños y yo mismo les entregaba a los clientes la mesa, las sillas, las puertas y ventanas…  La tecnología Toni no sabe acariciar la madera para no dañarla, ni conoce las caras de sus clientes.
  • Y si hablamos de slogan,  en el portón del taller había tallado yo mismo una frase:
  •  LO IMPORTANTE  ES  SER DE BUENA MADERA.

La madre de Antonio, que había estado callada por respeto al abuelo, miró ofuscada a su marido que no había intervenido para nada en la conversación,  y decidió encender las velas que formaban el número noventa, de la torta de cumpleaños, para dar fin a la discusión.

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