El amor y la vida. Por Mariano Bucich

El amor y la vida. Por Mariano Bucich

El Amor y la Vida se encontraron el primer viernes del mes, a la misma hora y en la misma mesa apartada del bar de Cronopio. 

Ellos fueron amantes en la juventud.

Un hijo fue el fruto de ese amor, con el paso de los años, ya como padres y amigos, se juntaban para conversar, y para cumplir con un proyecto en común.

Es que tenían una misión que consistía en organizar una lista en la que le daban un turno con un número de orden para que les llegase a todo aquel que quisiera, un amor genuino.

En realidad de todos los inscriptos, nadie sabía cuando llegaría su momento de ser amado porque ese talonario tenía los dígitos de la fecha asignada borrosos, pero igualmente lo sabrían por alguna señal que serviría como recordatorio.

Entonces, a los anotados no les quedaba otra que esperar a que les llegue la ansiada señal; Una mirada definitiva, un mensaje especial, o esa palabra soñada, que les golpeara la puerta del corazón y del alma.

Así eran de sutiles las señales para llegar a la persona soñada en aquellos tiempos. Mínimos instantes que las personas no podían dejar pasar por alto si querían encontrar a su amor.

Hubo muchas que se cansaron de esperar la señal y se les pasó el turno.

Hubo otras muy ansiosas que acudían antes a la cita. Confundían cualquier gesto que les hicieran con la señal, y gastaban su única ficha con quién no era.   Entonces, cuando les llegaba el momento verdadero no estaban listas para recibirlo, o estaban muy heridas por lo que les había ocurrido primero.

 Así fue que llegó un viernes de bar y de reunión en el cual el Amor le comentó a su amiga que la necesitaba para armar una estrategia mejor. Un plan que lo ayudara a mejorar esto de juntar a las almas enamoradas. Ella le dijo: – Hay alguien que lo hará mejor que yo.

Él le respondió: – Confío en ti Vida.

Ella entonces se encargó de encomendarle al hijo de ambos una enorme responsabilidad, lo llamó y le dijo:

– Cupido, hijo mío. Te encargo que vayas y que hables con tu padre. Él te necesita y tiene una tarea muy loable para ti. Te espera esta tarde en el bar de Cronopio para contártelo todo.

Cuando padre e hijo se encontraron en la mesa del fondo conversaron. El sr. Amor le explicó su plan a su hijo, y juntos cerraron un trato.

Desde ese momento, el muchacho que era uno de los mejores arqueros de todo el cielo, les hizo las cosas más simples a la mayoría de los humanos que esperaban desde hacía tanto por un amor, anotados en la borrosa lista.

Él les dió la señal. Un puntapié inicial para amar y ser amados.

Entonces, el joven con su arco y flecha atravesó los corazones de ambos pretendientes con flechas iguales hechas de la misma madera y embebidas cada una en la esencia del otro para que nada falle.

Pero un día Cupido empezó a perder su pulso, y desde ese momento las flechas no siempre dieron en el corazón de los amantes…

Algunos murieron de amor a causa de un flechazo no correspondido, otros se desenamoraron, otros se alejaron.

Una vez, Cupido le erró a la persona a la que le había apuntado, la flecha siguió por el costado de su hombro izquierdo y le dió a otro que andaba cerca. Así creó por error amores falsos, tríos, y desamores.

Un día, al arquero se le acercó un muchacho de su edad llamado Sean. Él jovencito era un programador que decía ser ángel y lo convenció para dirigir sus flechas por una app de citas.

Al principio funcionó, pero luego las app fueron hackeadas por unos virus que navegaban en las redes y todo fue mutando en esta nueva realidad virtual en donde para amar, otra vez dependieron de que las apps funcionaran, y porqué no… del azar.

Desde entonces Cupido rompió su arco, y el Amor quedó relegado, y la Vida sin el Amor tuvo ataques de pánico.

Nadie supo como amar, nadie tuvo certezas.

Pero entonces algunos se dieron cuenta que podían llegar al otro sin flechas. Sintieron que cada uno tenía una fuerza, una energía que a los demás les llegaba.

Y desde ahí pudieron iluminarse y con su luz encontrar en otro una que brillara con la misma intensidad a la suya, para así poder encontrar ese amor tan único y especial.

La Vida quiso probar esta nueva manera de enamorar y se encendió. Todo fue luz y calor cuando se sentó ese viernes en la última mesa del bar de Cronopio, y junto con la que irradiaba él, lo iluminaron todo. Y desde esa tarde hubo en Cronopio un… Amor para toda la Vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *