“Como cuando éramos chicos y nos conformábamos con poco. O imaginábamos todo”

“Como cuando éramos chicos y nos conformábamos con poco. O imaginábamos todo”

Lecturas de Juan Botana en el VI Encuentro Internacional de Escritores, Actores y Músicos (MIEL) en la Insurgencia Cultural en el CMA de Avellaneda.

Hola todos, todas. Mi nombre es Juan Botana y ayer tuve la suerte de presentar en este mismo espacio mi nuevo libro de crónicas Sin ojos que los miren y como los textos son un poco largos, preferí aprovechar mejor el tiempo que me dan y leer algunos poemas de lo que será mi próximo libro de poemas: Flores plebeyas.

Volver a Marx

Siempre tendré la poesía como excusa.

Tendré las flores más rojas. Un recuerdo vivo.

Tendré al hombre y no a Dios.

Los muelles en la arena de la isla de Cuba.

Las torres del Paine.

Otra chica abusada llorando en la ciudad.

Siempre habrá un nuevo facho restringiendo accesos

y otra selva en llamas.

Bonistas que compran y venden nuestras ganas.

Pueblos rotos por el hambre y la pobreza estructural.

Puedo decirles a otros, aunque yo no lo crea.

Que hasta el día más triste se termina a las doce.

Que hace 170 años lo advirtió Karl Marx.

Que su diagnóstico aplica también para Latinoamérica.

Siempre me quedará Martí y odiar las fronteras,

la infancia en peligro,

las injusticias, la deuda externa, la explotación.

La Plaza de Mayo, la libertad y esa igualdad que no llega.

El amor para siempre y el sueño de revolución.

Todo eso de lo que yo debería escribir en mis poemas.

Si no te vas.

(reversión del poema opción B de Benjamín Prado)

Muerte a crecer

El mar teje el tiempo dorado por el sol o las olas,

envolviendo azules en la orilla de playa.

Una niña jugaba

en el círculo de espuma que se abría

en dos.

Es el viento o la bruma que agitan

sus sueños de olas gigantescas,

de castillos de arena que vienen de Asia.

Un balde y una pala hacían de anzuelo.

Y el cielo o se esconde o se divierte.

Vertical, como el padre que estaba.

Y eso que está un poco encorvado,

sufre de mareos

y hasta peina canas.

Y no quiere crecer. Y moriría por eso.

¡Si no como se explica una hija tan linda!

Cómo le gustaría congelar el tiempo,

y hundirse de una con ella en la playa.

Detener el cielo.

Acercar el oído a un caracol y el caracol al agua.

Y escuchar océanos,

enjambres de peces,

ballenas gigantes

y por qué no canguros

y hasta incluso jirafas.

Como cuando éramos chicos y nos conformábamos con poco. O imaginábamos todo.

Cuando un pozo de playa nos llevaba hasta Australia.

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