La ciencia y la literatura a menudo se entienden como disciplinas diferentes, incluso opuestas, ya que una persigue la objetividad y la precisión, mientras que la otra explora estados subjetivos, ambiguos y abstractos de la existencia humana. Sin embargo, esta división es en gran medida artificial. Hacer ciencia a través de la literatura implica utilizar el análisis literario y la narración para explorar temas científicos en profundidad, o en otras palabras, utilizar herramientas literarias para abordar temas científicos. En los últimos años, este enfoque se ha vuelto popular en disciplinas como el periodismo, la ecocrítica, los estudios transhumanistas y la antropología literaria, que exploran la relación entre los hechos científicos y la narrativa literaria.
Crear métodos científicos a partir de la literatura puede conducir a una experiencia más rica. Comprender las cuestiones científicas contemporáneas, ya que la literatura proporciona una plataforma para explorar cuestiones éticas, filosóficas y sociales que la ciencia sola no puede responder. Escritores de ciencia ficción, imaginaron posibles futuros antes de que los logros científicos se hicieran realidad y exploraron sus implicaciones sociales, al igual que las novelas de Isaac Asimov o Philip K. Dick, que previeron conflictos con la inteligencia artificial y dilemas éticos relevantes. En este sentido, la literatura nos permite predecir y plantearnos preguntas sobre el impacto de la ciencia en la vida humana y el medio ambiente, creando un espacio de pensamiento que nos permite especular sobre lo que podría suceder y cómo afectará a nuestra sociedad.
¿Ciencia desde la literatura o literatura desde la ciencia?
Desde su creación, la literatura ha estado estrechamente relacionada con la ciencia. Por ejemplo, durante el Renacimiento, escritores como Dante Alighieri y Leonardo da Vinci exploraron el universo y el cuerpo humano en sus textos, no sólo como elementos poéticos sino también como ámbitos de conocimiento.
Con el tiempo, muchos escritores fueron influenciados por los descubrimientos y teorías científicas de la época. Mary Shelley exploró temas de biología, la ética de la creación y la responsabilidad humana en Frankenstein. A través de una historia de miedo, Shelley cuestionó hasta qué punto los humanos tienen el poder de manipular la vida, un tema que sigue siendo relevante hoy en el contexto de la ingeniería genética.
La literatura victoriana fue posteriormente influenciada por la teoría de la evolución de Charles Darwin. Novelas como Jekyll y El curioso caso de Hyde, de Robert Louis Stevenson, exploran la dualidad de la naturaleza humana y el conflicto entre el instinto y la razón, temas que resuenan en el contexto de la teoría de darwinista. Esta correlación histórica entre la literatura y la ciencia no sólo enriquece el panorama narrativo, sino que también proporciona una plataforma para la discusión de ideas y teorías científicas que de otro modo podrían parecer distantes o abstractas para un público generalista.
Así, la narrativa tiene un poder especial: facilitar a las personas la comprensión y el dominio de conceptos complejos. Desde la perspectiva de la comunicación científica. El uso de herramientas literarias puede ayudar a los científicos a comunicar sus hallazgos de una manera que el público pueda entender fácilmente. La literatura no sólo proporciona información sino que también involucra al lector en experiencias, activando su imaginación y sus emociones. Un ejemplo es el trabajo de Carl Sagan, quien a través de su estilo narrativo hizo accesible la inmensidad del universo a millones de personas, transmitiendo la maravilla y el asombro de la ciencia de una manera profundamente humana. Su obra Cosmos es a la vez una discusión científica y una meditación filosófica, y es un ejemplo de cómo la ciencia puede presentarse en forma literaria.
Otro ejemplo de cómo se puede utilizar la narración como medio de comunicación científica es la ciencia ficción. Este género puede transmitir conceptos científicos como la relatividad, la biotecnología o la inteligencia artificial a los lectores a través de sus historias especulativas. Aunque ficticias, estas historias despiertan en los lectores una verdadera curiosidad y el deseo de comprender los conceptos científicos que hay detrás de ellas. En La mano izquierda de la oscuridad, Ursula K. Le Guin explora el significado de la biología y el género a través de una historia ambientada en un planeta andrógino. Como resultado, Le Guin no sólo cuenta una historia intrigante, sino que también genera debates reflexivos sobre la identidad y la biología humana.
De otro lado, un método para derivar la ciencia a partir de la literatura es la llamada “literatura científica”. El término se refiere a la práctica de analizar textos científicos desde una perspectiva literaria, buscando no sólo contenido fáctico sino también elementos narrativos, retóricos y estilísticos. A través de este análisis, podemos ver cómo la ciencia construye sus propias historias y cómo estas historias influyen en nuestra comprensión del conocimiento.
Obras como Walden de Henry David Thoreau desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de la conciencia medioambiental moderna. Thoreau habló de su experiencia de vivir en la naturaleza, cuestionó los valores de la sociedad industrial y abogó por vivir en armonía con el medio ambiente. Aunque no es un texto científico, este trabajo ha influido en generaciones de lectores y activistas y sigue siendo relevante en el contexto de las crisis ecológicas contemporáneas.
De esta manera, la literatura puede convertirse en un poderoso aliado de las ciencias ambientales.
aportando una visión humana y ética para el cuidado de la naturaleza.
Finalmente, la literatura puede considerarse un laboratorio de ideas, un espacio donde se pueden experimentar conceptos, hipótesis y teorías sin las limitaciones de la realidad. A través de la narración, los escritores pueden explorar “qué pasaría si” y crear escenarios que pongan a prueba el conocimiento científico y sus posibles consecuencias. En este sentido, la literatura permite investigaciones éticas y filosóficas que van más allá de los experimentos de laboratorio. Un ejemplo es la novela Neuromante de William Gibson, en la que el autor explora las posibilidades y peligros de un mundo dominado por la cibernética y las redes de información. Aunque la novela fue escrita antes de la explosión de Internet, anticipó muchos de los problemas morales y sociales que enfrentamos hoy en la era digital. Gibson utiliza la narración como una forma de pensar en el impacto de la tecnología que, si bien es prometedora, tiene el potencial de ser agente de cambio social.
Enrique Fernández Vilas
Departamento de Sociología. Facultad de Ciencias Empresariales y del Trabajo. Universidad de Valladolid
Equipo EMERGIA-FEDER (UGR)
Grupo de Investigación Social y Políticas Públicas (USC)
Editor de la Revista de Estudios Globales, Universidad de Murcia