Yo, Domingo Almada, nací en Barracas, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Y me convertí, sin darme cuenta, en un fana de la Academia Racing Club. Por lo tanto, he sufrido mucho en los últimos tiempos.
A los dieciséis años conseguí un trabajo de ayudante calificado en la sala de máquinas de un carguero que hacía la ruta Bello Horizonte-Angola, lo que me permitió el acceso al contrabando. Dediqué parte de mi incipiente fortuna a la diversión durante toda mi juventud.
En los años de Ernesto Guevara en el Congo, me enrolé como mercenario en apoyo a las fuerzas insurgentes.
Derrotadas éstas, regresé huyendo, vía Francia.
Pasando las vicisitudes de ser un paria en mi patria, seduzco a la hija de un productor de azúcar en S .M. de Tucumán. Formo pareja y me caso.
Recupero mi ritmo aventurero dedicándome a deportes sofisticados; digamos que a costilla de mi querido amigo y suegro inválido.
Almada Domingo, o sea yo, con mi situación económica resuelta tengo un tiempo de familiero. Así es que nacen mis cinco hijos.
Fallece mi suegro y al poco tiempo mi suegra. ¡Qué golpes! ¡Cómo sufrí! Mi señora es única heredera.
Por la depresión que me afectó, enseguida vino el divorcio. Y aquí esta Almada Domingo con el corazón hecho trizas. Con la separación por incompatibilidad de caracteres, reclamo la mitad del ingenio azucarero por haberlo administrado los últimos siete años como buen yerno. Durante estos años mi cuerpo se vio privado de 14rhs. a 18hrs. del gimnasio y demás, dado que tenía que cumplir con la empresa ocupando el lugar de mi suegro, reprimiendo mis sueños y sentimiento socialista.
El estudio de abogados de mi amigo Gustavo Carancho Piraña logró que se haga justicia. Con la renta de ese dineritoooo me compré esta casita de 450 metros cuadrados y este yate acá en Bahía, por si hay inundaciones o crecidas.
Y si no trabajé más en el ingenio fue porque debo viajar seguido a lo que se ha dado en llamar la Triple Frontera. Desde ahí cuido unas vaquitas que tengo en el departamento de Boquerón en Paraguay, una pequeña central eléctrica en Barra Do Quarai y también vigilo a mis políticos connacionales.
Con los hermanos Orientales nunca pude tejer nada. No sé por qué será, creo que no les caigo simpático.
Después pesco lo que puedo del género femenino en las playas cercanas, disfruto la caipiriña, la bossa nova y las mulatas comprenden mi tristeza por el dock sur.
Esto es todo lo que puedo contarles de mi humilde existencia. Muchas gracias por preocuparse por mí.
Sin más saluda a ustedes DOMINGO ALMADA.
Desde Dock Sud, Buenos Aires, Argentina