El viaje
Abro los ojos. Me sorprendo. Pero no me alegro. Otro día de dolor. Me angustia esta larga despedida. No quiero irme. No puedo irme. Aquí me necesitan. ¿Cómo va a hacer Mati para desayunar? ¿Cómo hará Flor con las tareas sin mi ayuda? No puedo irme.
El dolor aumenta día a día. Y la hinchazón del pecho me molesta más. ¿Qué hare con mis pequeños pacientes? No puedo abandonarlos. Los iré derivando a Mary. No va a poder con todos. No puedo irme.
Mamá no lo soportará. Papá no sabrá como contenerla. Ellos vendrán los viernes para quedarse los fines de semana para ayudar a Christian con los chicos. ¿Y Christian? Mi amor. Arrastrará la pena con disimulo. Ocultando lágrimas cuando Mati diga que me fui de viaje. Cuando Flor llore sobre su cuaderno de tareas incompletas. No puedo irme.
Ellos querrán que no sufra más. Pero mi dolor es más salvaje. No hay receta para calmarlo. Necesito que abandonen el egoísmo inútil de querer que no me vaya. No puedo más con esta tortura. Sé que no puedo irme. Pero si me dijeran que van a estar bien. Que van a tomar el desayuno, que harán la tarea, que agotarán la pena en mi recuerdo. Emprendería el viaje más tranquila y así abandonar este dolor que me corroe la carne, que me aniquila por dentro.
No puedo más con este monstruo que crece dentro mío. No soy tan fuerte como creía. Me voy. Perdón, sé que podrán perdonarme.