Al Dr. Salvador De La Cruz:
Estoy sentada frente a vos, que por milagro de la vida permaneces vivo, después de haber pasado por un infierno delirante, inesperado e interminable, acá en tu tierra, en este querido país que te cobijó y convirtió un mero estudiante universitario, en un profesional adecuadamente formado, en conocimientos, experiencias y valores.
En vos simbolizo a todo ese bendito cuerpo de médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud, que debieron convertirse en pocas semanas, en los intermediarios obligados entre una población numerosa, sin diferenciación de posiciones o estratos sociales ni credos, acorralada, y atacada por el pánico a un enemigo invisible, que apareció de forma repentina y en pocas semanas, se reprodujo en forma geométrica.
Esto comenzó allá por marzo de 2020.
Vos si que lo tenés bien claro. Cuando empezaron a aparecer los primeros casos de coronavirus. Y el primero conocido en el país en pocos días se propagó en cientos, … miles de ellos.
Después el mensaje presidencial que inició las restricciones, el aislamiento, la prohibición de circular. Con las excepciones lógicas de seguridad, alimentación y obviamente, el cuerpo de profesionales de sanidad, que hoy, vos representás,y a quien quiero dirigirme, para rendir este pequeño homenaje.
Puedo asegurarte que ese sentimiento de reconocimiento y gratitud es compartido por miles de argentinos.
Y te digo “ gracias.”
Hoy quiero recordar ese esfuerzo diario de días interminables, de horarios sin tope, de llegar al centro de salud, que era antes el simple lugar de trabajo, para convertirse de a poco en un frente de batalla,en esa guerra atroz. desmedida, inentendible , contra el enemigo invisible.
El virus pandèmico, que obligò a las personas a aislarse Y a los profesionales a cargo, a aprender cada dìalas circunstancias nuevas de la enfermedad, para revisar y actualizar la teoría conocida y transitar a los tumbos, la práctica impuesta a la que fueron sometidos, por cada caso sopechoso, y confirmado de los que iban apareciendo
Ustedes se vieron sometidos a un esfuerzo desconocido, y desmedido para cumplir con las necesidades de la gente. Aunque solo conocemos una parte de eseyugo, Laque podía visualizarse enlos centros médicos: la rutina de llegar lo màs rápido posiblea destino, soportar colas interminables de control policial. Dormir poco y nada. Luego, tomar todas las precauciones de aislamiento con esos trajes especiales. Contener a los pacientes. A sus familiares. Y a aquellos que no podìàn dar el último adiòs a sus afectos màs preciados.
Y al fin de esas jornadas interminables, llegar a casa, quitarse toda la ropa para que sea lavada y desinfectada. Ver a su propia familia, tratando de aislarse lo màs posible para no ponerlos en riesgo.
Y acostumbrarse, además que a pesar de ello la vida debía continuar.
Porque al volver a casa, seguían siendo padres esposos e hijos.
Y con el pasar de los días lasituación agudizaba. Los números de casos, seincrementaban. Y peor aùn el conteo de fallecidos, se publicitaba cadadìa.
Sé que los pacientes dolían doctor, pero debió ser mucho màs duro, el perder colegas, y compañeros de trabajo en la batalla. Màsaùn al tratarse de familiares directos y amigos. Pero era inevitable.
Las cartas estaban echadas. Esta vez le tocaba a ustedes, el bailar con la màs fea.
Gracias Doctor, por todo eso.
Aùn recuerdo que cuando comenzó a hablarse del desarrollo de la vacuna, parecía una meta inalcanzable.
Pero todo llega.
Aunque ha resultado muy lamentable que pese a los esfuerzos de todos ustedes, había casos y lugares de salud donde las vacunas no terminaban de llegar.
Cuantas injusticias han debido soportar…
Es por eso y por mucho màs que hoy siento la necesidad de escribirte.
De expresar mi agradecimiento a través tuyo a toda esa corporación, por su actuación, dando por descontado queel sentimiento que aquí expreso resulta coincidente con el de gran parte de los habitantes de nuestro querido país.
Adriana Barragán
Compatriota