Unos días complicados para la gran mayoría.
Una incertidumbre que abre en forma de abanico para que se respire en medio de la desazón.
El cristo colgado en la cruz, símbolo de una religión, una época, la gente moría así.
Castigo cruel , sangriento. Quizás por esa cosa irónica de la vida, de nuestros ascendientes, tengamos esa cosa morbosa con el hambre, la muerte y la destrucción.
Estamos en una sociedad condenatoria, que clava en la cruz al que piensa distinto.
Vale sálvese quién pueda. ¿Y el que no? Llámese jubilados, niños. Sectores de extrema pobreza, despedidos.
Pero seguimos sin mirar a la cruz, al que yace sin haber hecho nada, o , en todo caso, no haber respondido a lo que la sociedad consideraba que era lo correcto.
No sé puede hacer sufrir a otro, entre todos los condenamos a la muerte.
¿Con qué derecho? ¿Cuándo una vida vale más que otra?
Los jubilados son nuestros antecesores, la pelearon antes que nosotros, nos precedieron y ahora le damos la espalda, porque ya no consumen. No están activos para producir, y se los excluye brutalmente.
Nos hemos convertido en una sociedad expulsiva, sin valores , ni respeto por lo enseñado quienes nos precedieron.
Para pensar.
Maria Elena Gómez Link