A veces las vida nos transforma en personas ausentes.
Y no es que el individuo busque eso, es que lo está por cierta patología, o cierta soledad que a mi modo de ver es nuestra responsabilidad.
Desde tiempos inmemoriables, se ve a la persona con alguna diferencia por fuera de lo que llamamos “normalidad”, como distinto, como si esa persona dejara de serlo para convertirse en alguien ajeno a lo intrínsecamente humano.
A ese alguien se lo ha aislado por siglos, desterrado, marginado. En el ahora se lo trata de reinsertar, en una sociedad expulsiva por naturaleza formativa.
Es decir, para pertenecer a esta sociedad exitosa , pujante, saludable hay que cumplir todos estos parámetros que acabo de significar.
El ser diferente se lo destrata, se lo aísla.
Dejando de ser un humano, este es pasado a objeto pasible de que se cometa contra él/ella cualquier atropello.
Detrás de cada individuo hay una historia y una sociedad que lo llevó hasta el umbral de su cordura.
Nadie debe desentenderse de este ruido social, que al parecer sacude sus oídos y los deja sordos. Hay un grito que todos debemos escuchar.
Desde Ciudad de Buenos Aires, Argentina